A escuchar:
Este año se trata de un seminario «nómada», que tendrá lugar en 3 ciudades de Francia (Nantes-París-Estrasburgo) y una en Córdoba. Dadas las circunstancias que rodean a Visa-Vie y los interrogantes que se plantean sobre su futuro, he tenido que «inventar» otra forma de para continuar mis reflexiones. Nuevos encuentros y desafíos, entre ellos los de Buenos Aires, me ayudaron a ello.
Este seminario y mi trabajo en Visa-Vie están delimitados por dos referencias. Una es de Fitzgerald en The Crack. «Dejar de esperar, sin dejar de actuar». Y una referencia a Walter Benjamin, mencionada por Paolo Virno: Pensar «sin ilusiones sobre la época, y al mismo tiempo con un compromiso sin reservas con ella». En estos tiempos generalmente turbulentes, inciertos, desagradables y locos, eso no está mal.
«La catástrofe del ser humano es ser una criatura irremediablemente impotente. Lo cual quiere decir: impotente en el hacer algo acerca de la impotencia. Nuestros comienzos tienen lugar en la impotencia.»[1]
«Naturalmente», nuestra precariedad es infinita
¿Por qué tratar este tema después de dos años de reflexionar sobre la impotencia?
- Hay sinónimos:
«Impotente». Sinónimos: débil, incapaz, ineficaz, estéril, insuficiente…
«Precario». Sinónimos: frágil, inestable, incierto; inseguro, amenaza, oscuridad.
Antónimos: eternidad, permanencia, inmutabilidad, solidez.
Precario procede del latín precarius, «obtenido mediante la plegaria» y, por tanto, no está garantizado. En 1336 precoire quiere decir «que sólo puede ejercerse gracias a una autorización revocable».
También hablamos de vulnerabilidad, cuyos sinónimos son: fragilidad, debilidad, delicadeza, pero también precariedad e incertidumbre. Y sus antónimos: firmeza, resistencia, solidez, estabilidad.
Estas palabras y sus sinónimos son contrarios al Zeitgeist actual, de estos tiempos, y tienen una connotación sobre todo negativa. Hay que ser fuerte, emprendedor de sí mismo, autónomo, resiliente, self-made man, dúctul, o más bien flexible y siempre adaptable. Y feliz: “Happycracy” [2] [Felicicracia]. Varias veces hemos hablado de la responsabilidad individual que se desprende de estos mandatos; el individuo sería el único responsable de sus éxitos (quien quiere, puede) pero también, e incluso más importante, de sus dificultades y «fracasos». Esta psicologización a ultranza de ciertas cuestiones impide cuestionar y poner en tela de juicio las instituciones, o las cuestiones sociales y políticas que subyacen a estas dificultades subjetivas.
El filósofo Eugène Dupréel (1879-1967) desarrolló una «filosofía de la precariedad» a la cual Oury se refiere. ¿Hasta qué punto, en qué sentido y con qué propósito podría «menos» representar «más»? ¿Acaso enmascarar la fragilidad no fragiliza aun más? ¿No sería mejor afrontar la insistente tenuidad que atormenta la vida del hombre? Negarla es la fuente de una fragilidad tan radical como ignorada, o al menos ocultada.
Amador Savater publicó en 2021 un libro sobre la fuerza de las fragilidades, que quizá tenga que ver con el Traité de l’Efficacité de François Jullien cuando habla de cuestiones militares.
La práctica que habremos intentamos sostener, con altibajos, en el sistema Kairn tenía como marco o puntos cardinales la soltura, la fragilidad y la indeterminación (teorizamos nuestros puntos de anclaje con Philippe Petit, el equilibrista, el Culbuto y los cairns [los mojones], construcciones humanas efímeras, a la vez sólidas y destructibles, reconfigurables en todo momento). Navegar sin instrumentos, improvisando, paso a paso, a partir los decires y de los actos de los jóvenes, sin (demasiada) anticipación…
Laurent Ott[3] nos advierte de un uso a veces apresurado de estas nociones. «Las nociones de fragilidad, resiliencia y vulnerabilidad nos hablan de la precariedad. Pero la precariedad vista a través de estos filtros, es una precariedad light, descafeinada, mucho más ligera y menos inquietante. En todo caso, se nos presentaría así una precariedad amable». «Al hablar tan poco de la precariedad en sí misma, al reducirla a la fragilidad, a la vulnerabilidad o a la resiliencia, intentamos preservar una mínima esperanza (…) en todo lo que representan las instituciones y el orden establecido», «ahí donde la precariedad es inapelable en cuanto a la inadaptación de las instituciones, de las prácticas sociales, culturales y educativas».
- En el ámbito político y socioeconómico, la cuestión de la precariedad crece rápidamente, desgraciadamente no les estoy diciendo nada que a ustedes los sorprenda… pero esto también sucede en Francia. Precariedad (cada vez más presente en la calle, por ejemplo, pero fabricando una invisibilidad social[4], con las personas en situación de calle) pero también precarización como tendencia social (en un contexto de colapsología). Fragilización/destrucción: de las instituciones públicas, de los contratos de trabajo (contratos de duración determinada, uberización, etc.) como base de la vida y como nueva biopolítica del poder. La «institución de la precariedad» y la «casuística burocrática» como «modo de gobierno»: «precarizar/controlar»[5]. Para Laurent Ott (op. cit.), «la precarización concierne precisamente, y por definición, a todo lo social, para destruirlo». En su opinión, la precarización es un fenómeno no sólo invasivo, sino globalizante, que invade todo el campo de la experiencia y de la vida humana. «Ya se ha inventado el término precariado, que condensa proletariado y precario. Pero no creo que se haya establecido que se habla de una clase en el sentido marxista, porque si bien el trabajador precario pueden ser consciente de su tormento y de su lugar en relación con los demás actores del sistema de producción, su precariedad le impide, de manera fundamental, vincularse con otros trabajadores precarios, no sólo a causa de la atomización, sino también por la posición marginal —excluida desde el principio y por definición— que tienen en relación con los órganos de representación de los trabajadores»[6].
- Creo que la cuestión de la precariedad —o más bien sus efectos— plantea la cuestión del movimiento o del colapso de los suelos, y hace que resurja de otro modo la cuestión de la desuelación o de los desuelados, neologismo introducido por Roland Léthier que, entre otras cosas, nos ayudó a pensar la práctica con los jóvenes desuelados de Visa-Vie. ¿Cómo caminar sobre un suelo movedizo, como un terreno incierto que puede ceder en cualquier momento y engullirnos?
El suelo se esfuma, o no hay suelo desde un comienzo. En ambos casos, la desolación no está lejos. Pero, ¿son precarios/frágiles los «inocentes» de Visa-Vie o de cualquier otro lugar? En algunos aspectos sí, pero en otros no.[7]
Agostina Taruschio, psiquiatra y psicoanalista de Buenos Aires[8], habla del «arrasamiento». “Con la noción de arrasamiento evocamos situaciones en las que la vida, en sus diversos ámbitos, se encuentra prácticamente al borde de la existencia, en un estado de precariedad o desolación. La expresión «vidas devastadas» modifica la cuestión del sujeto de forma inesperada pero ineludible, permitiendo situar el sufrimiento fuera, que está «simplemente en lo real»[9].
La homofonía que escuchamos en el título del seminario permite que esta pregunta sea escuchada: ¿cuándo pasamos de lo uno a lo otro? ¿del TU ES, tu eres, al TUÉ·E, TUER al asesinado, y al hecho de matar? La precariedad hiere, magulla, mata. La palabra en francés es meurtrir: dañar, apretar, golpear hasta dejar una marca en la piel; derivado del francés bajo antiguo * murth(r)jan («matar»).
«…el odio como el amor, es una carrera sin fin. (…) los sujetos no tienen que asumir la vivencia del odio en lo que éste puede tener de más ardiente. ¿Por qué? Porque ya de sobra somos una civilización del odio. ¿Acaso no esta ya bien desbrozada entre nosotros la pista de la carrera de la destrucción? El odio en nuestro discurso cotidiano se reviste de muchos pretextos, encuentra racionalizaciones sumamente fáciles. Tal vez sea este estado de floculación difusa del odio el que satura en nosotros, la llamada a la destrucción del ser. Como si la objetivación del ser humano en nuestra civilización correspondiera exactamente a lo que, en la estructura del ego, es el polo del odio.»[10]. Cabe señalar que hoy en día se permite al odio expresarse cada vez más libremente, sin tener que ocultarse demasiado.
Hace poco volvió a caer en mis manos la intervención de Juguetes Perdidos en las jornadas franco-argentinas que se realizaron en Córdoba en octubre de 2018, titulada «Movimientos minoritarios, insistencia y resistencia local», coorganizada por la Rampa de Córdoba y el Seminario.[11] La precariedad no es carencia. Es mucho más que eso. Insisten en la diferencia entre la precariedad, que se circunscribiría, por ejemplo, a la precariedad del trabajo, o de la vivienda… de una precariedad totalitaria. Cito: «Por ejemplo, si vos tenés un montón de redes, si sos de clase media de la ciudad de Buenos Aires o de Córdoba, tenés un montón de redes simbólicas, familiares, culturales, y de repente entrás en un laburo precario… Ahí seguramente vos podés detenerte, y con el respaldo de esas redes, pensar o vivir la precariedad en el trabajo específicamente. Lo mismo te puede pasar si tenés varias redes y pensás desde ahí la precariedad en el ámbito de la salud, por ejemplo… Ahora, cuando vos estás en un barrio mucho más expuesto y tenés menos redes, ahí se nota mucho más claro que a la precariedad no la podés fijar, que está en todos los aspectos de la vida, en todos los aspectos de tu vida: el trabajo, la salud, el consumo, la familia, los rejuntes… Todas las gestiones que uno tiene que hacer para mantener una vida, incluso las gestiones anímicas, están marcadas por la precariedad. Entonces la precariedad deja de ser un elemento, o un aspecto de uno de los elementos de una vida, sino pasa a ser algo así como un fondo de época. La Precariedad totalitaria que te recuerda constantemente que podés verte fragilizado, que tu mundo puede ser desmantelado, que tu barrio puede pudrirse, tu casa…». «La precariedad es totalitaria cuando es el suelo de todo lo que se arma para vivir… Cuando toma y actúa sobre la totalidad de la vida, cuando no es posible pararse sobre otras superficies que estructuren y que lo que queda entonces es la contingencia de un día a día… Cualquier cosita puede desmontar el frágil equilibrio cotidiano, kilombos que son violencias latentes circulando, y que enfrentarlos te vuelve el cuidador y el propietario de tu vida, una individualidad paranoica y solitaria, cualquier secuencia se vuelve un riesgo vital. Precariedad totalitaria porque inunda todas las facetas de la vida…; se trata de una movilización permanente de la vida. Todo puede derrumbarse en cualquier momento». Hablan entonces de terror anímico, porque aunque hagas todo lo posible por sostener tu vida, todo puede derrumbarse en cualquier momento, exponiéndote a la des-existencia, a encontrarte en lo hondo de una caída muy fuerte.
Para describir esta vida, hablan de vida mula, «La Vida Mula». «La Vida Mula es el encadenamiento de todos estos elementos precarios, elementos que no deben pensarse de manera aislada (si cada elemento pudiera resolverse, todo iría bien) sino que crean un continuum, un continuo. ¿Cómo puede cortarse, interrumpirse este continuo, aunque sea momentáneamente? ¿Qué escapatorias son posibles?», se preguntan[12].
¿Cómo dimensionar la precariedad, intentar limitarla, ponerle un bordecito o eliminar al menos algunos recovecos, cuando no se puede hacer otra cosa?
Laurent Ott dice algo parecido, de otra manera.[13] Insiste en que precariedad y pobreza son dos cosas distintas. «La historia de la precariedad es la historia de la separación del pobre por parte del precario. Es incluso la historia de la sustitución de los pobres por los precarios… El pobre tienen poco, pero este poco tiene una cierta consistencia (…) este poco lo constituye plenamente (…) es una experiencia de vida, que también constituye una experiencia colectiva con conocimientos, historias, modos de vida, una cierta cultura que le son propios (…) Este poco colorea su vida pero no la suprime… La precariedad es un acontecimiento (??) , una ruptura en un continuo histórico que parece acabar con la imagen de ese continuo. Lo que caracteriza a la precariedad es la ausencia de futuro. Para el precario, el futuro parece condenado a estar ocupado, como el presente, por la gestión interminable de su precariedad, el intento siempre parcial, que siempre se ha de reconstruir, de disminuir sus efectos y frenar su expansión (…) el futuro ya no puede ser una promesa, sólo puede percibirse como una amenaza»[14]. «Mientras que el pobre experimenta una serie de dificultades relacionadas todas ellas con la escasez de medios y recursos (conocen su problema y este problema, aunque constante, permanece confinado a la dimensión vinculada a él, generalmente económica), el precario experimenta una serie indeterminada e indefinida de problemas que se renuevan constantemente y se refieren a todas las dimensiones de su vida: social, familiar, sanitaria, afectiva, cultural y política». Para Ott, las medidas que se toman para luchar contra la pobreza son inadecuadas para combatir la precariedad. «El precario no necesita más autonomía, competencias o poder (…) No necesita más de sí mismo, sino al contrario que haya «más otro», más vínculos, e incluso más relaciones de dependencia positiva».
Winnicott escribió: «Lo que se espera de nosotros es que sea posible depender de nosotros». Este «derecho» a la dependencia o exigencia de dependencia es exactamente lo contrario de los mandatos de autonomía y responsabilidad de sí.
- Ser uno mismo, «no sé quién soy realmente», un Yo unificado, fuerte, «tenes que hacer las cosas por vos mismo». No es un tema nuevo, pero ocupa un lugar importante en el discurso y las reivindicaciones actuales. Una fantasía de independencia total, de individuación absoluta, que no está inserta en una historia, ni en la historia de los que nos precedieron o de los que nos rodean. Amador Savater habla de un tipo de subjetivación moderna que produce cuerpo de cristal, un fantasma de individualismo inmunitario, que excluye los intercambios, o los limita. El año pasado habíamos hablado de este tema del repliegue identitario, de la hipersensibilidad y la susceptibilidad, del otro como enemigo.
Judith Butler escribe muy bien sobre la interdependencia de nuestras vidas. «Desde el principio, estamos entregados a los demás (…) nos encontramos originalmente en una situación de necesidad e impotencia, que toda sociedad debe tener en cuenta». «El dolor del duelo revela hasta qué punto estamos sometidos a nuestras relaciones con los demás (…) y cuestiona la idea que podemos elaborar de nuestra autonomía y autocontrol». «Estamos hechos de vínculos y apegos. No soy un “yo” que existe aquí en sí mismo y que sólo pierde allá lejos un “tú”, sobre todo porque mi apego a “ti” es parte integrante del “yo”». «Nuestra autonomía no se ve entonces radicalmente cuestionada, pero sí seriamente reducida por el carácter social que es fundamental para la vida encarnada, es decir, por el hecho de que estamos, en virtud de nuestra existencia corporal, siempre ya fuera de nosotros mismos, entregados a otros, implicados en vidas que no son las nuestras.» «La violencia es lo que expone, bajo la luz más terrible, la vulnerabilidad original del ser humano frente a otros seres humanos». Para Butler, «donde hay un cuerpo, hay mortalidad, hay vulnerabilidad… Aunque luchemos por el derecho a disponer de nuestros cuerpos, los cuerpos por los que luchamos nunca son realmente del todo nuestros. El cuerpo siempre tiene una dimensión pública. Constituido como fenómeno social en la esfera pública, mi cuerpo es y no es mío. Desde el principio se da en el mundo de los otros, lleva su impronta, se forma en la crisol de la vida social… Así (…) cuando niego, a causa de la idea que tengo de mi “autonomía”, la existencia de esta esfera que es la proximidad física de los otros, a la vez primordial y no elegida, ¿no me veo llevado/llevada a negar, en nombre de la autonomía, las condiciones sociales de mi encarnación?» «La individuación no es un supuesto, sino un logro que no está garantizado.» «El “yo”, que no puede llegar a ser sin un “tú”, depende también, y de manera fundamental, de un conjunto de normas de reconocimiento que no tienen su origen ni en el “yo” ni en el “tú”». «Una parte de lo que soy está hecha de huellas enigmáticas de otros».[15]
¿Cuáles son los puntos en común entre esta precariedad vital, «natural»[16], común a todos los humanos, las precariedades parciales, y la precariedad totalitaria o «traumática, en la medida en que ataca, debilita e incluso destruye aquello que permite al sujeto mantener su lugar en el mundo[17]»? ¿Será que pensar la precariedad vital puede ayudarnos a pensar los efectos de las precariedades socio-económicas y políticas, y sobre todos los efectos de la precariedad “totalitaria” o “traumatica”? Pensarlas no en términos abstractos, sino de manera situada. Pensarlas, pero sobre todo acoger, recibir y trabajar en los márgenes con personas «en gran precariedad». “Al margen del margen -donde deber estar infinitamente, la verdadera lucha”- una margen que no puede ser el objecto de ninguna moda”[18]
¿Y cómo hacerlo cuando los propios profesionales están atrapados en la precariedad de sus propias vidas y de su trabajo, en instituciones que se caen a pedazos, en equipos que se reducen por falta de puestos o de candidatos para cubrirlos debido a las condiciones de trabajo o a la falta de recursos? ¿Qué comunidades negativas de profesionales sin comunidades podemos inventar? Porque, como decía Roland Léthier: practicar lo inhabitable es un ejercicio colectivo, porque practicar lo inhabitable en solitario es fatal».
¿Cuál sería el límite de una precariedad tolerable, aceptable, vivible?
[1] Adam Philipp, « Trois capacités négatives », Ed de l’Olivier, 2009.
[2] Rail, G. (2021) . La violence de l’impératif du bien-être. Bio-Autres, missions de sauvetage et justice sociale. Staps, Hors-série(HS), 83-99. https://doi.org/10.3917/sta.hs01.0083
[3] Laurent Ott, « Philosophie de la Précarité, Sortir de l’Impuissance », éd. Chronique sociale, 2019
[4] Guillaume Le Blanc, « L’invisibilité sociale », PUF, 2009.
[5] Guillaume Heuguet, in « Savoirs de la précarité », éd des archives contemporaines, 2020
[6] Inès Crespo, Quelques idées autour de la place et le rôle de la précarité dans le dispositif analytique intervention du 8 février 2025 PRECAIRE’T 3 – Visa-Vie
[7] Sonia Weber, séances du 30 mai 2015 et du 8 février 2025, ET PUIS… – Visa-Vie, PRECAIRE’T 3 – Visa-Vie
[8] Agostina Taruschio, «Hacer lugar a lo que no tiene lugar. Notas para pensar una clínica del arrasamiento».
[9] Jacques Lacan, « C’est exactement dans la mesure où la parole progresse que se réalise cet être… car il est bien clair que si cet être existe implicitement, et d’une façon en quelque sorte virtuelle, l’innocent, celui qui n’est jamais entré dans aucune dialectique, n’en a littéralement aucune espèce de présence de cet être, il se croit tout bonnement dans le réel. » Le Séminaire, Les écrits techniques de Freud, séance du 30 juin 1954.
[10] Jacques Lacan, Séminaire « Les écrits techniques de Freud », éd. Seuil, 1975, séance du 7 juillet 1954
[11] Jornadas Movimientos Minoritarios – Visa-Vie
[12] Juegetes Perdidos, in Jornada, Movimientos minoritarios, insistenias-resistencias locales, Ciel invertido, Cordoba 2019, p 127
[13] Laurent Ott, op cité
[14] Laurent Ott, op. cit.
[15] Judith Butler, « Vie précaire. Les pouvoirs du deuil et de la violence après le 11 septembre 2001 », éd.Amsterdam, 2005
[16] Paolo Virno habla del animal humano como una especie caracterizada por la neotenia, o por la ausencia de orientación instintiva del comportamiento en su nicho ecológico, y debe por ende adaptarse a tales condiciones. La adaptación a tales condiciones tiene, según Virno, un fundamento principal y quizás único: la facultad del lenguaje, que tiene la característica notable de siempre tener un efecto retroactivo sobre tales condiciones. Cf. « Avoir, Sur la nature de l’animal parlant », ed. de l’éclat 2021.
[17] Reine Cohen, Les Nouveaux Cahiers pour la Folie, No. 14, ed. EPEL, octobre 2024.
[18] Roland Barthes, in El Neutro (principio de la delicatessa) R.Barthes, « Le Neutre », chapitre sur le principe de délicatesse, éd Seuil, 2023