Para empezar, algunas cuestiones previas que regulan estas reflexiones y tanto como sea posible mi práctica, aun cuando el trabajo es efectuado fuera del consultorio. En Visa-Vie, no estamos (directamente) en la experiencia del análisis. Estamos en el borde de lo singular y de lo colectivo, de lo terapéutico y de lo social. Primero estamos tratando con personas?/individuos? al borde de lo social. Importa poder inscribirlos allí (y de otra manera que mediante la cuestión de la inserción profesional) para que puedan elegir luego cómo quieren situarse allí, tal vez no como un desecho, o en el rechazo.
- «La clínica psicoanalítica, es lo que se dice en un análisis»[1]
- «Hacerse leño húmedo pero ardiente, que se consume en lugar de arder»[2]
- «Partamos del hecho de que iniciar un análisis es tomar cuidado de sí, de su propio ser, como a su manera lo hacían los Terapeutas. Demandar un análisis, comprometerse en él, llevarlo a su término, es haberse dado cuenta, por la insoportable gracia del síntoma, que la manera en que uno cuidaba de sí hasta entonces era calamitosa»[3]
- Es importante «encontrarse en el mismo frente, en esa proximidad que es la única que permite la constitución de un espacio seguro en el que uno puede recuperarse física y psíquicamente al mismo tiempo que experimenta una palabra posible en la proximidad de lo Real». Y «en la proximidad del combate y del riesgo, una palabra sólo podría dirigirse a un terapeuta familiarizado con el mismo campo. … Esta proximidad es la condición para la transferencia». [4]
Breve reseña del dispositivo Kairn:
Visa-Vie acoge a menores o jóvenes mayores, de 15 a 21 años, en problemas con lo que llamamos comúnmente «lo social» (con el espacio social «dominante»). En problemas con la violencia también (repetidas agresiones físicas o verbales).
Estos jóvenes fuera de lo común/extra-ordinarios, como los llamo desde las jornadas de estudio franco-argentinas, organizadas en Estrasburgo por la Elp y la Rampa (Córdoba) sobre el tema: ¿Qué común?, están habitados por la ruptura, muchas veces desde temprana edad. Rupturas en sus historias familiares primero, muchas veces acompañadas de maltrato; rupturas institucionales después; múltiples lugares de acogida…
La mayoría de ellos están fuera de/de sí[5] y dominan el arte de hacer fracasar todo vínculo duradero con algún punto de anclaje. Nada perdura; no se sienten sostenidos por nada ni obligados a nada; las coordenadas de tiempo, espacios, han desaparecido. Eso afecta a todos los registros de la relación con el Otro. No hay casi casi ningún amigo, ninguna relación que les importe. Algunos tienen relaciones, pero como ellos dicen, relaciones que no lo son, relaciones muy complicadas que pueden cambiar rápidamente. Aquellos que formaron parte de su círculo en algún momento pueden desaparecer en un instante, sin que importe. Otros aparecerán un tiempo para borrarse luego en medio de cierta indiferencia.
Los acogemos en un dispositivo pensado como un adentro/abierto; en una proximidad espaciada.
No hay paredes, salvo las de un departamento/oficina por un lado, el consultorio de los terapeutas por el otro, o cafés, un parque, un banco para sentarse, y las de los hoteles o monoambientes donde se alojan. Distinto a un hospital psiquiátrico, o a un hogar de acogida, o a una escuela con un equipo multidisciplinario.
Hay bordes: son admitidos administrativamente, derivados por los servicios de protección infantil, pero pueden estar «presentes de antemano» en nuestras mentes desde el momento en que nos llega una solicitud, y nosotros en la de ellos a veces, a partir del momento en que los servicios sociales les hablan de Visa-Vie. Algunos a veces eligen quedarse, según modalidades que varían mucho, aunque ya no tengamos la custodia.
Dos therapones (cf. F. Davoine) se encargan del acompañamiento: escudero, compañero/hermano de armas. Un therapon/psicólogo, más a cargo de las llamadas cuestiones subjetivas, un therapon socio-administrativo, más a cargo de las cuestiones materiales, en particular el dinero. El «más a cargo de» indica además de ubicaciones diferentes (porque circulan entre la oficina, el consultorio del terapeuta, su propia casa y sus desplazamientos cotidianos) una diferencia de función o de lugar, pero sin fijeza. Lo importante va a ser la disponibilidad para el potencial de situación 6* (F. Jullien), tener en cuenta el Kairos, lo que está en juego, en un momento determinado, a partir de lo que trae el joven.
En este contexto, ¿la Confianza?
«Yo no confío en nadie».
La Fianza: «que se fía». Confianza/desconfianza/desafío: en estas diferentes declinaciones la fianza supone que el otro exista, sea tomado en cuenta. Al principio, en Visa-Vie, no siempre es el caso, cuando no nos dan bola (aún).
Para Benveniste, «el núcleo de la confianza encierra el movimiento de entrega de una parte de sí mismo a otro, sin considerar el riesgo». Hay aquí algo insensato, un riesgo que los jóvenes, muchas veces, ya no quieren tomar. Saben demasiado –saber de experiencia– sobre el engaño, la traición, primero por aquellos mismos que los trajeron al mundo y con quienes deberían razonablemente poder contar (maltrato, abandono, abuso…); sobre el engaño de las instituciones después.
J.Christophe Weber, en La Consulta[6], vincula confianza y transferencia. Me parece que podríamos decir que la confianza es una condición de la transferencia, un requisito previo necesario pero no suficiente para la transferencia. Para que haya transferencia además hace falta –esta sería mi hipótesis– contar con una experiencia previa de relaciones interpersonales constituyentes. Hace falta haber conocido la presencia que permitirá luego la ausencia (for/da), de ahí la importancia de fabricar no solo vínculo sino también presencia antes de querer transferencia.
Entonces para fabricar espacios de transferencia, tenemos que empezar por instaurar/restaurar la capacidad de confiar. Ellos no dan su confianza así nomás, hay que ganársela. Reivindicando al mismo tiempo para ellos mismos, que confiemos plenamente en ellos.
Se trata entonces de garantizar –no solo con palabras sino en los hechos, los actos, con una manera de estar ahí, de estar con– que en Visa-Vie no volverán a experimentar el engaño, la traición.
Garantizar una presencia, presencia habitada, en cuerpo, allí donde su existencia muchas veces se ha desarrollado en medio de una pura ausencia.
Que experimenten una palabra que mantenga, palabra «verdadera» para la cual la parresía, tal como la concibe Foucault, nos puede servir de modelo. La parresía, es el hecho de decirlo todo; es la sinceridad, la apertura del corazón, la libertad de palabra. De ambos lados. Según Foucault, del lado del maestro, el objetivo final de la parresía no es mantener a la persona a la que se dirige en la dependencia del que habla, sino hacer que la persona a la que se dirige se encuentre en algún momento en una situación tal que después de un tiempo ya no precisa del discurso del otro. La verdad que pasa del uno al otro en la parresía sella, asegura, garantiza la autonomía del otro, del que recibió la palabra frente al que la pronunció. Con la parresía, se trata de tener un efecto sobre el otro, no para controlarlo sino fundamentalmente para que logre construirse a sí mismo, en relación consigo mismo…
Condiciones de la parresía: que todo suceda con placer y alegría. Que el lenguaje esté en adecuación con la conducta: decir lo que se piensa, pensar lo que se dice, hacer lo que se dice. «Mostrar su pensamiento, en vez de hablar». «Para garantizar la parresía de un discurso, debe sentirse la presencia del que habla en eso mismo que está diciendo. Hace falta que la parresía, la verdad de lo que esa persona está diciendo, esté sellada por la conducta que adopta y la forma en que vive». (Palabra encarnada). Esta adecuación es la que otorga el derecho y la posibilidad de hablar fuera de las formas requeridas y tradicionales. La palabra verdadera del maestro es fundamentalmente una palabra que del lado del que la pronuncia tiene valor de compromiso, valor de vínculo, constituye cierto pacto, entre el sujeto de la enunciación y el sujeto de la conducta. Son relaciones de vida compartidas donde la transmisión se hace como «de mano a mano».
Que se sientan asegurados de que no van a ser soltados, echados, rajados «hagan lo que hagan». Hay una posibilidad de acogimiento «relativamente incondicional» (siempre hay condiciones: incluida la de aceptar la propuesta hecha por Visa-Vie); y un acogimiento bastante grande, incluso muy grande, de todo lo que pueden decir, mostrar, actuar y cómo lo dicen, muestran o actúan. Se trata, para nosotros, no sólo de acoger sus producciones y sus modos de poder estar ahí, en un momento dado, sino de tratar de escuchar algo de eso o, por el contenedor propuesto, de operar una transformación que les permita pasar a otra cosa. Esta gran «tolerancia» tampoco significa que no se pueden ir –en este caso son ellos quienes nos sueltan– o que no decidamos poner fin a una acogida. Cuando ya no sucede nada, cuando ya no hay movimiento, y que de algún modo el joven «ya no está ahí».
Que descubran que cuentan para nosotros, que pueden empezar a contar con nosotros, y a veces… que empecemos a contar para ellos. (Hola, ¿cómo está? Cuídese, que descanse…). Les damos bola, aun cuando ellos no nos den bola.
Para algunos, darse cuenta de que están empezando a confiar es a veces angustiante. Esto resurge entonces bajo una forma invertida, acusadora: «Y a usted ¿qué le pasa que se volvió tan confianzudo?». Como si les hubiéramos robado la confianza, en vez habérnosla dado ellos. Robo, traición otra vez. De ahí la importancia de ir muy de a poquito, paso a paso. En una proximidad espaciada.
Pero muy a menudo, y a veces bastante rápido, la confianza se establece. Se trata de permitirles poder soportar la presencia de un otro, y dirigirse a alguien, con confianza. Es una etapa introductoria, en la que caminamos juntos para que después, quizás, aparezca otra cosa, se plantee de otra manera, para que una demanda se articule, más allá de las no-demandas, más allá de las demandas reducidas a las necesidades, a las que habrá que responder, o no…
Es el momento en que nos llaman «mi acompañante», a veces «mi psicólogo», «estoy con mi acompañante» (cual sea la función institucional, de hecho), insistiendo en el «mi».
JC.Weber escribe 8*: «La confianza es entonces la que hace que el enfermo diga: «mi médico». Canguilhem, sigue, «da de ello esta admirable definición: mi médico es aquel que acepta corrientemente de mí que lo instruya sobre lo que sólo yo estoy habilitado para decirle, a saber: lo que mi cuerpo me anuncia a mí mismo a través de síntomas cuyo sentido no me resulta claro. Mi médico es aquel que acepta de mí que yo vea en él a un exégeta antes de aceptarlo como reparador». Weber comenta: «La confianza es entonces depositada en alguien que se deja instruir antes de interpretar».
En Visa-Vie tratamos de dejarnos instruir por cada uno, a partir de sus decires y su actuar (¿actos como decires? ¿qué estatuto darles?: ¿pasaje al acto? ¿acting out? ¿otro?) con el fin de «determinar», después, a partir de él, con él, cómo avanzar, en qué dirección ir, cómo hacerlo… El proyecto es no tener ningún proyecto para el otro, sino «hacer con» lo que dice, lo que trae. «La clínica del psicoanálisis es lo que se dice en análisis». «El camino se hace al andar».
Cuando empezamos nuestro seminario en Strasbourg en 2009, uno de los leitmotivs de Roland Léthier era: «hace falta fabricar espacios de transferencia», «hace falta empujar a la transferencia, inventar espacios discursivos, para que las subjetividades puedan tomar cuerpo, para que ello se ponga a decir y no solo a mostrar, para que por fin eso pueda escribirse».
Y justo antes de venir acá le preguntaba: ok, pero ¿para qué sirve la transferencia? Respuesta: «sirve para no estar solo».
Poder tener confianza, confiar en alguien, significa ya no estar solo. Y ya es mucho, ¡te cambia la vida!
¿Entonces la transferencia?
¿Podemos dar un paso más hacia la instauración de una transferencia?
Transferencia hacia la institución, sí; transferencia hacia las personas: es más complicado.
Al preparar esta intervención, me di cuenta de que para la mayoría de los jóvenes (muchas veces no lo detectamos de tan caótico que es el camino) hay, incluso antes de que lleguen, o muy pronto después, una transferencia, pero una transferencia hacia Visa-Vie, hacia la institución.
Para las administraciones o los jueces, Visa-Vie es hoy Supuesto Saber tratar con estos jóvenes que ya ninguna otra institución quiere.
Si algunos (minoritarios) solo quieren un techo y dinero, para la mayoría de los jóvenes Visa-Vie también se ha convertido en un significante y un sujeto/dispositivo Supuesto Saber tratar con ellos para acogerlos, soportarlos, no echarlos y quizás permitirles pasar a otra cosa, hacer algo distinto a lo que hacen hoy con su vida: salir de la prostitución, dejar de huir, dejar de hacer cualquiera, tener una vida normal, ser como todo el mundo…
Me parece que podemos hacer un paralelo entre la demanda de análisis y la demanda de ingreso a Visa-Vie, aunque no lleguen por la insoportable gracia del síntoma, sino por su insoportable vida de miserias.
Entonces estos jóvenes dirigen una demanda a Visa-Vie, aunque esta sea muy pronto recubierta, tragada por el caos de su vida y por demandas reducidas a las necesidades y expresadas exigiendo una respuesta inmediata. Entonces yo diría, transferencia hacia Visa-Vie, sí: aunque sean colocados, en cierto modo, eligen venir (cf modalidades de ingreso particulares); podrían no venir, entonces no lo viven como una obligación.
¿Cómo se da, en cambio, la transferencia hacia «las personas», hacia cada uno de los terapones? Es más difícil de detectar. Muchas veces les gustaría al principio estar en Visa-Vie, sin tener que relacionarse con los que trabajan allá. Cualquier presencia se vuelve muy pronto, para ellos, amenazante. ¿Che vuoi?
A veces uno de los dos therapones está significativamente más investido, concernido, y no pasa nada. Pero esta transferencia no podría producirse sin la presencia del otro, en la medida en que aun cuando nos encontramos «a solas» con el joven durante una entrevista, el binomio está, al menos en la mente del therapon que nunca trabaja solo (o no debería). Este solo puede ocupar su lugar manteniendo en sí la presencia del otro therapon, o incluso la de todos los que forman parte de Visa-Vie. Creo que es una cuestión importante en la medida en que nosotros intervenimos en la vida concreta de los jóvenes. Es la condición para que podamos estar ahí en una gran proximidad sin apropiárnoslos, que podamos amarlos, como no amándolos.
Estamos en una modalidad de presencia que tiene que ver con lo impersonal. Lo importante no es con quién, sino que pase algo. Los therapones deben estar muy comprometidos y al mismo tiempo es importante que operen, para parafrasear a Allouch[7], el duelo de ser alguien. «No rehusarse a ser un cualquiera, a vacilar en tanto singular».
Podríamos decir que se trata más bien de un espacio transferencial, un espacio transicional, en el que las cosas no ocurren tanto o no solo en coloquios singulares entre dos personas, sino en un entramado hecho de múltiples intercambios y transferencias. Entre:
El joven y cada uno de sus terapones,
Los terapones del binomio mediante intercambios muy frecuentes por teléfono, mensajes de texto, encuentros cada 15 días por lo menos;
Los terapones entre sí, durante las tramalogías.
A esto hay que agregar el CA (Consejo de Administración) y la transferencia de sus miembros hacia los jóvenes y el dispositivo; las jornadas en Bionville con todos los miembros de Visa-Vie; Roland Léthier quien sigue acompañándonos; Toulouse; La Rampa en Córdoba. Y agrego el seminario, que no es de Visa-Vie, pero que tampoco se puede pensar sin Visa-Vie, ya que el acogimiento de los jóvenes es una de las producciones de los primeros años del seminario.
Me parece que la cuestión de la transferencia en Visa-Vie pasa por el análisis de toda esta malla, de esta multiplicidad de transferencias entre esas personas y las diferentes «instancias», que tienen en común el hecho de transferir hacia los jóvenes.
Multilitransferencias de y entre personas, con las que el joven no necesariamente se va a cruzar pero que están en juego en lo que puede ocurrir para él.
No desarrollaré acá el artículo de Jean Allouch «Ustedes están al corriente, hay una transferencia psicótica»[8], excepto para decir que ese texto nos sirvió para reflexionar sobre la cuestión de la transferencia en Visa-Vie. Hay una proximidad entre lo que dice Allouch entre el plantear transferencialmente de los psicóticos y por ende la inversión que se tiene que operar del lado del analista: le toca al analista transferir y cumplir por un tiempo la función del erastés antes de que pueda operarse una eventual inversión. Ellos tampoco transfieren como los neuróticos, pero ¿plantearán transferencialmente como los psicóticos? ¿Estarán dispuestos a soportar una transferencia? ¿A ser nuestro erómenos? La respuesta no va de suyo o será probablemente negativa. Ellos, al contrario, generan muy a menudo el rechazo, la ruptura de todos los vínculos, de ahí la necesidad de inventar una posibilidad de transferencia que contemple el hecho de que no están pidiendo nada –«Yo no pedí nada»– y que están generalmente como “en carne viva”, hipersensibles y reactivos, al acecho del mínimo peligro para ellos, en un modo de supervivencia.
Ellos no plantean transferencialmente, y sin embargo tenemos que «obligar» –obligarlos– a la transferencia. No hacerlo sería abandonarlos totalmente. Ponerse en marcha, recoger el guante, pero suavemente (cf la gentileza en Oury, la cual no excluye la firmeza a veces). Recoger el guante: acercarse, tratar de establecer el contacto y entrar en la proximidad del combate y del riesgo. «¡Me estás buscando!» es muchas veces una invitación al encuentro (aunque al principio sea a la manera de un enfrentamiento). Pero muchas veces si la tratamos como si fuera una provocación se convierte en conflicto o pelea, amonestación y sanción, en vez de ser escuchada como una llamada.
¿Y el amor en todo esto?
Convendría «servirle para servirse de él».
Ser su erastés. En la primera clase del seminario La transferencia (16/11/1960), Lacan habla de «este término, el más opaco, este núcleo de nuestra experiencia que es la transferencia». Y sigue justo después: «Al principio de la experiencia analítica fue el amor». Es la primera vez que une la cuestión del amor y la cuestión de la transferencia. La cuestión del amor y la cuestión del saber.
Entonces haber hablado de la transferencia ya es haber hablado de amor.
Y evoca el encuentro entre un hombre y una mujer, Joseph Breuer y Ana O. Acerca de la interrupción de la cura de Ana O. por Breuer, Lacan dice: «es muy evidente que este accidente era una historia de amor, que no existió solamente por parte de Ana O.; Breuer amó a su paciente». Este último reconocerá su imposibilidad de pasar por la experiencia de una transferencia amorosa que solo podría llevarlo a la ruina. Hablando de Ana O., escribe a un colega: «Es así como aprendí mucho desde el punto de vista científico, pero también (…) que es imposible para un médico (…) tratar semejantes casos sin que su práctica y su vida privada se vean arrasadas por completo. En aquel momento juré no someterme nunca más a semejante ordalía».
Pero por su lado Freud en diversas correspondencias había escrito: «No solo Breuer es amado por sus pacientes, sino que le asusta el amor que siente por ellas». «Breuer huyó horrorizado ante el riesgo de empezar a amar a sus pacientes». En varias oportunidades, Freud trata de diferenciarse de Breuer, convencido de que él sí podría permanecer impasible ante cualquier manifestación de amor o de odio que le llegue de sus pacientes. Tranquiliza de hecho a su futura esposa diciéndole: «hay que ser un Breuer para que esas cosas ocurran».
Lacan comenta en la clase antes citada: «… el pequeño Eros cuya malicia golpeó al primero, Breuer, en lo más inesperado de su sorpresa lo obligó a la huida, el pequeño Eros encuentra a su amo en el segundo, Freud». ¿Por qué Freud no se retiró? «A diferencia de Breuer, sea cual fuera la causa, Freud toma como camino el que hace de él el amo del temible pequeño dios. Elige, como Sócrates, servirle para servirse de él». (Seminario La transferencia… clase del 16 de nov 60)
Para terminar sólo me detendré en algunos puntos.
Al principio, la mayoría de las veces, no nos registran. «No te doy bola, no me das bola». «No sos nada para mí», «vos no tenés que decirme nada», «no tengo nada que decirte».
¿Cómo contar/los? ¿calcularlos[9]? Y no contabilizarlos en estadísticas o clasificaciones de exclusión: los «incolocables» (hoy jóvenes en situación de «incasabilité[10]»), las papas calientes. En las relaciones sociales muchas veces solo se habla de ellos a través de sus incapacidades, sus actos delictivos o eventos indeseables. ¿Cómo hacerles existir a cada uno, individualmente, de otra manera?
Allouch durante una clase del seminario, sorprendido por lo que ocurre en Visa-Vie decía, refiriéndose a la cuestión del des-ser (desêtre) y de la desubjetivación: están haciendo el camino al revés. Están al final del análisis, pero sin haber hecho ninguno. Sin haber hecho el camino, la experiencia. Algo no encaja.
Mi hipótesis es que hay que empezar haciendo el camino inverso al de un análisis, para después permitirles, si algún día lo desean, arriesgarse a hacerlo.
Hacer el camino inverso pasaría por el juego de relaciones interpersonales, por un proceso de subjetivación que se apoya en una forma de presencia/impresencia constituyente.
Reconocerlos. Que cuenten para nosotros. Contar para alguien = tener importancia para él, ser importante a sus ojos: el amor no está lejos.
Mediante la constitución de un Yo (je) (estadio del espejo)
Esto pasa, en mi opinión, por la nominación, cierta manera de hablar de ellos, no sólo entre sí, sino en el espacio social. Y ellos son muy sensibles a esto. Nominación y amor me volvieron como pregunta durante mi intervención en Córdoba en noviembre del 2013. Había nombrado a ciertas jóvenes, e incluso proyectado algunas fotos. No había callado el amor, me dijeron. Con la salvedad de que no me estaba dirigiendo a ellas en aquel momento. Sí, me gustan esos jóvenes. Transfiero hacia ellos; de no ser así, hubiera abandonado hace mucho, de tan agotadores e insoportables que pueden ser. Pero nombrarlas, por sus verdaderos nombres, era concederles un lugar especial, como cuando se habla de un amigo en común. También era transferirle a la audiencia la disposición para acogerles, crearles un pequeño público. Y algo funcionó. Se lo había comentado a las jóvenes en cuestión, ellas habían mandado un saludo para los argentinos. Cuando hablo por teléfono con Roland o con alguien cercano a Visa-Vie, nombro a los jóvenes, se mandan saludos mutuamente. Roland sistemáticamente pregunta cómo se llama fulano y escribe su nombre. Esto tiene efectos de inscripción y de subjetivación, no es poca cosa.
Ahora bien, regularnos sobre algunos puntos de los que habla Allouch para calificar el amor Lacan me parece importante. Cuando Allouch habla del amor Lacan, habla de «una experiencia (la del amor) dentro de una experiencia (la del análisis)». De lo que se trata es pues de un amor particular, en un campo particular, el análisis. En este marco, el amor lacan, amor que se obtiene como no obteniéndose, «se caracteriza principalmente por su autolimitación… cuyo límite hace posible su fin». Luego: «Ofrecerse como objeto de amor» es para Allouch, siguiendo a Lacan, constitutivo de la posición de analista; pero ofrecerse como objeto de amor pasa por una ascesis: hacerse leño húmedo pero ardiente, que se consume sin llama. ¿Cómo lograrlo? «Con un duelo de sí, que lo iguala a cualquiera, lo hace desaparecer en cuanto alguien e incluso en cuanto uno» . «con una postura en la que, siendo amado, no por ello concede sus favores». Para Allouch, la introducción del operador deseo del analista hace de un duelo de sí mismo la condición de posibilidad de una implementación de este deseo.
Se trataría entonces en nuestra práctica de amarlos, como no amándolos[11].
[1] Lacan, Jacques, Apertura de la sección clínica, 1977. (https://ecole-lacanienne.net/wp-content/uploads/2016/04/ouverture_de_la_section_clinique.pdf)
[2] Allouch, Jean, “El amor Lacan”, Ed. Literales y Cuenco de Plata, Bs. As., 2011.
[3] Allouch, Jean “El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual?” Ed. Literales y Cuenco de Plata, Bs. As., 2007.
[4] Davoine, Francoise y Gaudilliere, JM, Historia y trauma, FCE, Bs.As., 2011
[5] Juego con la homofonía entre de (de) y d’eux (de ellos).
[6] JC Weber, La Consultation, Puf, 2017.
[7] Allouch, Jean, El amor Lacan, Ediciones Literales y Cuenco de Plata, Buenos Aires 2011. p.143
[8] En revista Littoral: Las psicosis. (1989). Buenos Aires, Argentina: La Torre Abolida
[9] Calculer significa calcular pero también dar bola, registrar.
[10] L’incasabilité designa en francés la incapacidad para algunos jóvenes de mantener su lugar en una institución debido a conductas inadaptadas (jóvenes incasables).
[11] Agamben Giorgio: Una biopolítica menor . Entrevista publicada en la revista Vacarm N°10, invierno 1999-2000