“Lo que yo pienso, no lo he pensado solo” Blanchot
I Introducción
Este trabajo surge a partir de una pregunta que se envió a Sonia Weber en enero de 2014. Allí indagaba acerca de su intervención pública en torno a una persona con la que ella venía trabajando: ¿Por qué habló -en el seminario que dió en Córdoba[1]– de ella, Angie? Y le comenté las preguntas que se generaron a partir de la utilización del nombre propio de su paciente. Dialogando a través de emails intenté profundizar en la pregunta, a partir de lo cual surgen nexos con el trabajo que desde hace años vengo desarrollando[2] “Estos jóvenes de los que habla, que no tienen documento, no « existen » para el sistema, y me recuerda a mi trabajo con los familiares y los sobrevivientes de la última dictadura militar. Por ejemplo cuando encuentran los restos de alguien y se hacen ceremonias públicas donde se habla de y se despide a esa vida humana negada por el estado hasta en la muerte (porque estar desaparecido es eso, ni muerto ni vivo)[3]. O cuando en un juicio a través de los testimonios se declaran públicamente diferentes tipos de padecimientos. En definitiva, hechos que hasta hace unos años eran ignorados por el mismo estado, con las leyes de impunidad[4]. En sí, mi inquietud sería pensar y preguntar qué efectos tiene ese « hablar de ». Entonces Sonia propone trabajar estas inquietudes y Maria C y Maria B se suman.
Luego de ir y venir entre el trabajo, los textos, las discusiones, de hacer circular diferentes versiones de esto con algunas personas (con miembros de la Rampa y de presentarlo en alguna ocasión más o menos pública) las Jornadas de Estrasburgo nos pusieron en la tarea de poner por escrito más prolijamente este recorrido.
II Pequeño público y acompañamiento
La traducción del artículo de “Los públicos de Freud” de Mayette Viltard surge a mediados de 2008 a partir de la experiencia del primer juicio de Lesa Humanidad sucedido en Córdoba y las inquietudes y preguntas surgidas a partir del trabajo con testigos y familiares, víctimas del Terrorismo de Estado[5].
Al comienzo, solo se trataba de testimonios judiciales. Con los años se fue ampliando el abanico de encuentros con las víctimas, fueran testigos o no. Para presentar la traducción al castellano se escribió lo siguiente: “El dispositivo creado en aquel primer juicio entiende que lo que se produce entre el testigo y quien lo acompaña es una instancia de encuentro. Un encuentro que se da en una situación particular, la de un juicio oral y público. En estos encuentros y en algunas situaciones comenzó a circular una palabra que durante muchos años había estado vaciada de valor, negada en su existencia, cuando no simplemente silenciada. De alguna manera en estos encuentros se produce una validación de esta palabra, una legitimación; así este ‘pequeño público’ o ‘público restringido’ que acontece en un acompañamiento, es el paso previo al testimonio, al público ampliado que emerge en una audiencia oral y pública”[6].
Mayette Viltard en el artículo citado sigue el hilo de la cuestión del público recorriendo dos vías: la correspondencia Freud Fliess, y el Chiste. Comienza distinguiendo dos tipos de públicos. “Freud, como lo vamos a mostrar, buscaba un Publikum, pero la confusión es grande cuando al traducir a Freud, somos llevados a emplear la palabra francesa público, pues en alemán no sólo el Publikum es el público, sino también el Öffentlichkeit es el público, el del hecho público, de la cosa pública, de la opinión pública, derivando de offen y de offenbar, lo que es abierto, notorio, manifiesto. Freud no asigna el mismo lugar a esos dos públicos, el Publikum, elegido, y el Öffentlichkeit, cualquiera. En el hilo de las cartas dirigidas a Fliess, se puede seguir la construcción de eso que Freud va a nombrar Publikum”.[7]
Actualmente, teniendo en cuenta el artículo de Mayette y en función de la experiencia a través del trabajo de acompañamiento, se podría reformular el asunto en otros términos. La función de pequeño público que a veces surge en los encuentros con diferentes personas, víctimas del Terrorismo de Estado, resulta inquietante. Son personas que llegan por un trámite[8], una consulta o por un testimonio judicial. Aparece muchas veces algo de lo traumático. Han pasado 40 años… pero eso ronda, está presente continuamente, no es posible olvidar. No ha sido posible hablar. En general quienes se acercan no establecen una demanda. Hay una invitación, una disponibilidad manifiesta de quien los recibe. Comienzan entonces a producirse encuentros y surge también la palabra. Hablan algo ahí que no hablan en otro lado, o que no hablaron nunca. A veces, luego, es posible hablar con otro. ¿Cómo llamar a esto? ¿encuentros? ¿acompañamiento? ¿tratamiento?
A lo largo de estos años de trabajo encuentro que acompañar desde un lugar de implicación, tornarse pequeño público, es estar disponible para escuchar lo que quien llega a nosotros quiera traer. Al mismo tiempo, estar “comprometido” con la temática es algo que hay que explicitar cada vez. Lejos de una posición neutral las personas que consultan preguntan “¿de qué lado estás?” y cada vez que se formula ese interrogante es necesario establecer una posición respecto a quiénes son las víctimas y quiénes los represores.
Por momentos y en algunos casos se trata de lo traumático. Pienso en el testigo, trabajador de la morgue judicial del primer juicio, él decía: “… tengo una película en mi cabeza, que pasa todo el tiempo, las imágenes, los rostros de esos jóvenes”. Su ofrecimiento a ayudar, su intento de hacer algo con esas imágenes. Unos años después me entero que ha fallecido. En el trabajo con estas personas podemos identificar a veces algo que pasa a otro registro. Un real que pasa al imaginario o al simbólico. Se torna recuerdo, se puede olvidar una fecha de aniversario, se puede escribir un libro, hacer un chiste.[9]
¿Cuál es la función del que escucha? Hay algo que se recibe, que se sanciona como verdadero, como valedero. No puedo dejar de relacionarlo con el testimonio judicial. En un juicio, la palabra circuló primero en este pequeño público para luego poder hacer su pasaje al gran público de las audiencias. Estas primeras palabras, muy cargadas de dolor, de silencios, de miedos fueron fundamentales en el sentido de un primer tránsito de la palabra, de una ruptura del aislamiento y del sentimiento de soledad[10]. Luego, en estos encuentros, también poder hablar, preguntar, romper el silencio. A veces solicitar una ley reparatoria implica salir de la oscuridad de una denuncia nunca hecha, un delito nunca reconocido como tal, un reconocerse “víctima”. Algo pasó…. Y luego poder salir de ahí, de esa posición de víctima, claro. Otros están encallados en ese lugar…. “Me cagaron la vida, ahora tienen que darme trabajo, subsidios, todo”. Otras veces salir de ese lugar de víctima implica poder decidir callar, no decir, no testimoniar, no pedir una ley reparatoria.
III Testimonios en juicios orales y públicos
Ese indecible del que venimos hablando se juega ciertamente en el testimonio y no es ajeno a nuestro trabajo en las instituciones.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando lo indecible del testimonio se juega en el contexto de los juicios orales y públicos?. Algo del pasaje opera allí en el testimonio a veces, algo « pasa » a la audiencia. Esa audiencia está abierta para cualquier ciudadano, lo cual permitiría suponer que se trata del gran público ( Offentlichkeit diría Freud?)
La imposibilidad de decir lo indecible, ¿“en qué condiciones?- decía Sonia- ¿respecto de un potencial “interlocutor”? Preguntas que me cuestionan en el trabajo en instituciones pero también en el consultorio: ¿quién puede constituirse en público para quién, cuándo y de qué modo?.
Podemos pensar que ese encuentro con un pequeño público al que se le supone cierto saber, es un momento de pasaje hacia otra cosa, como el acompañamiento de los testigos antes de las audiencias del juicio. Pero que ese pasaje a otro público más general lleva “las marcas de esa interlocución” anterior. Dice Marta Iturriza[11]:
“La estructura del chiste nos permite pensar el Publikum como el lugar en relación al cual se sostiene una interlocución privilegiada. Publikum entonces nombra un lugar, una dimensión que va más allá del orden de la persona…pone en juego una temporalidad retroactiva ya que, como en el chiste, es sólo después que se sabe si hubo público.” (…) “el público es un lugar vacío y que produce vacío,… la interlocución sostenida produce un resto: las publicaciones, restos desde donde se sanciona el tipo de público que hubo allí”.
En algunos testimonios en las audiencias públicas encontramos algo de esto. Podemos decir, siguiendo el escrito de María Molas y otros[12], que encuentran la posibilidad de producir « puntos de fuga » en relación a la lógica jurídica; pienso aquí la idea de que quizás también esos mismos puntos de fuga puedan considerarse como “marcas” de que antes hubo allí un Publikum.
Puntos de fuga, que pueden ser actos, como hacer salir del espacio de la audiencia a los represores acusados (lo que suprime un cierto goce), o una escritura: en medio de un Juicio oral un testigo dice “voy a leer algo que escribí”, el juez recuerda que el juicio es oral, pero accede. El testigo lee:
“La omnipresencia de la muerte. En mi testimonio constante, ese que aparece cuando no lo convido, que se sienta conmigo a decir lo que no voy a decir en el juicio, porque aunque lo diga no lo digo, porque nunca alcanza, porque siempre hay más (…) Ahora, mi memoria falla. Dice julio Cortázar: “la memoria nos teje y atrapa a la vez. Se asemeja a una araña esquizofrénica que teje telas aberrantes con agujeros, zurcidos y remiendos. Trabaja por su cuenta: nos ayuda engañándonos o quizás, nos engaña para ayudarnos” [13].
Justamente porque no se puede decir… intentar una escritura, o apelar a la escritura de otros, Cortázar, Gelman… un artificio, diría Semprún.
¿Cómo puede un testimonio cercar ese límite más allá del cual habría un exceso y elegir no decir, o decir de otro modo, como escapándole al goce -cuya confesión es, según Lacan, lo que el discurso jurídico exige[14]-? Un testimonio algo advertido de ese indecible « lo digo, pero no lo digo”. Quizás un encuentro previo con un Publikum permite que un testigo pueda volverse un poco su propio secretario (si se entiende la función secretario definida como determinando la oportunidad o inoportunidad del decir, tal como lo plantea Allouch[15]).
IV Pequeño público y la Rampa
A partir de estas cuestiones que venimos planteando, nos preguntamos: ¿De qué manera el grupo de La Rampa se ha constituido en un publikum?
Hay un supuesto saber que funciona más allá de las reuniones en sí mismas. Y no por lo que se pueda decir en los encuentros; si no porque eso que circula allí está presente: en el trabajo, con los pacientes, en las reuniones y otros en espacios (institucionales o no).
Cito un pedacito:
“Vemos en efecto surgir el público en el momento donde lo que comienza a estar cuestionado es lo que hace uno con el saber del otro”[16].
Y eso que reaparece frente a las circunstancias menos imaginadas, es con lo que diálogo, interactúo, me peleo a veces…y creo que SÍ es una elección, una decisión, compartirlo en La Rampa.
Freud estaba inventando, quería algo de una transmisión. El publikum y la Ofentlichkeit nos hace pensar en los espacios institucionales, de trabajo, y de formación también.
¿Algo de la transmisión, de un pasaje, es necesario en el ámbito del trabajo? ¿Qué es lo que circula, si es que hay un proceso social (siguiendo un poco este texto de M.Viltard) entre quienes nos ocupamos de alguien, un paciente digamos? Aunque no leamos los mismos libros, ¿qué es lo que posibilitaría un encuentro?
V Punto-común: una concordancia que recae en el no-saber
Siguiendo a Freud en relación al chiste, el publikum o público elegido es el punto de concordancia entre la primera y tercera persona, en lo concerniente a tres procesos sobre los cuales la primera y tercera persona deben concordar: la inhibición, la sofocación, y la represión.
Esa concordancia, (o complicidad también), recae no sobre una “positividad”, no sobre algo que se posee, sino sobre una cierta negatividad en relación al saber, un “in”: la inhibición, la represión, la sofocación… Entonces, cuando M. Viltard dice luego que el Publikum aparece como condición indispensable para que el proceso social se produzca entre analistas, nos preguntamos qué se juega en una comunidad de analistas, qué común hay allí. Volvemos aquí a la pregunta inicial, hablar en público sobre lo que nos acontece en el encuentro con eso que Lethier nombra como lo ‘inhabitable’.
Dice Mayette Viltard: “Si nos dejamos enseñar por el Chiste, se constata entonces que atraer al auditorio sobre el terreno del Publikum, es poner en juego todo lo que por la represión y por la sofocación resiste, se opone, hace barrera al saber. Es en ese sentido que puede leerse aquello con lo cual Lacan abre su seminario Aún: “Después de Ud., se lo imploro, se lo empeoro (..) me percaté de que mi manera de avanzar estaba constituida por algo que pertenecía al orden del no quiero saber nada de eso”. El Publikum pone en función la suposición de que hay concordancia de las represiones, supresiones e inhibiciones desde el punto de vista del saber del psicoanálisis, una ética común del psicoanálisis, y una resistencia frente a esa ética. Es frente a ese saber que la ética del psicoanálisis hace que el analista no sepa suficiente del psicoanálisis. Él es conducido, una y otra vez, a hacerse analizante, gracias al Publikum, de su “no quiero saber nada de eso”.
Quizás ese “in” sea en nuestro ámbito, lo que es posible transmitir o compartir. Para darle un marco a la inercia, a lo que se resiste en el propio saber del psicoanálisis, darle un estatuto a lo “no sabido” que es necesario, imprescindible diríamos. Nos gusta la idea de que lo común vaya por ese sesgo. Dice Blanchot “ Solamente vale la pena la transmisión de lo intransmisible”.
[1]Seminario “La balada de los inocentes”, dado el 16 de noviembre de 2013 en la Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba. Organizado por La Rampa.
[2]Desde 2008, en el marco de lo que se denominó Plan Nacional de acompañamiento a victimas testigos y querellantes para juicios de Lesa Humanidad, trabajo para la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Los primeros años el trabajo consistía básicamente en acompañar a testigos víctimas y querellantes a declarar en juicios orales de lesa humanidad. Posteriormente, en el año 2010 se crea el Centro de Asistencia a Víctimas Dr. Fernando Ulloa donde se amplía el trabajo en asistencia y orientación en casos de lesa humanidad y de violencia institucional.
[3]Ver libro Aparecida de Marta Dillon, ed. Sudamericana. o Facebook los libros de la buena memoria, https://www.facebook.com/362923827191806/photos/pcb.433549736795881/433549030129285/?type=3.
[4]Con la vuelta a la democracia, a finales de 1983, el gobierno de Raúl Alfonsín crea la CONADEP (COMISIÓN NACIONAL sobre la DESAPARICIÓN DE PERSONAS). Posteriormente, en 1985, se inicia el juicio a los comandantes, o juicio a la Juntas. Este primer gobierno dio comienzo en la construcción de memoria, verdad y justicia, pero hacia finales del mismo retrocedía en este camino. Así, hacia el final del gobierno de Alfonsín se decretan las leyes 23.492. Extinción de la acción penal (“Punto Final”) y la ley 23.521 Obediencia Debida. El presidente Menem que asume luego de Alfonsín profundiza esta llamada “Reconciliación Nacional” comenzando su gobierno con la sanción de los indultos. Posteriormente, en la década de 1990 indultó a todos los integrantes de las juntas militares, procesados y condenados en los juicios de 1985. En 1999 se firmó un Acuerdo de Solución Amistosa, resultante de una demanda que una abuela fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo llevara a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Como resultado del mismo, el Estado argentino se comprometía a garantizar una investigación por la verdad de los hechos denunciados en el ámbito de la justicia penal aunque sin posibilidad de imputación y de condena. A partir del Acuerdo se reabrieron en todas las provincias las investigaciones penales sin posibilidad de imputación y de condena. A esta etapa judicial las causas en investigación se denominaron “Juicios por la Verdad Histórica”. En ella, las personas señaladas como responsables eran citados como testigos ya que no podían ser procesados y condenados; y debían cumplir con la obligación de decir la verdad de todo cuanto sabían bajo pena de estar cometiendo el delito de falso testimonio. En marzo del 2001 en el marco del caso “Simón” presentado por el CELS; el juez federal Dr. Gabriel Cavallo declaró por primera vez la nulidad de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida afirmando que eran incompatibles con las obligaciones internacionales asumidas por el Estado argentino a partir de la elevación a rango constitucional de los Tratados Internacionales que consagró la reforma constitucional de 1994. Esta decisión fue luego confirmada por la Cámara Federal de Apelaciones de Buenos Aires. Además, el presidente de la Nación, Néstor Kirchner, promovió la declaración de la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final por parte del Congreso de la Nación, esto sucede en agosto de 2003. Posteriormente un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que declara la invalidez e inconstitucionalidad de ambas leyes, habilitando así el avance de las causas judiciales por los delitos cometidos durante la última dictadura militar. En 2005 comenzaron a formularse los pedidos de elevación a juicio de las diferentes causas que venían siendo instruídas. Desde el año 2007 comenzaron desarrollarse a través de todo el país diferentes juicios. Las causas más conocidas son: el Caso Simón, Batallón 601, Von Wernich, Etchecolatz, Centro clandestino ESMA, Primer Cuerpo, Plan Cóndor, Masacre de Margarita Belén, Masacre de Trelew, etc. . En la ciudad de Córdoba, inicia en el 2008 el primer juicio de lesa humanidad. (fuentes: http://www.jus.gob.ar/derechoshumanos/memoria-verdad-justicia.aspx; https://es.wikipedia.org/wiki/Juicios_por_delitos_de_lesa_humanidad_en_Argentina)
[5]Sale publicado en Opacidaddes, revista de psicoanálisis N°8, año 2014; traducción de Mercedes Rodriguez Corral.
[6]Texto enviado a Juan Carlos Piegari (director de redacción de la Revista Opacidades), en el año 2011 para acompañar la traducción de Mercedes Rodríguez Corral.
[7] “Los públicos de Freud”, Mayette Viltard, Opacidades, revista de psicoanálisis N°8, año 2014; traducción de Mercedes Rodríguez Corral.
[8] _En general consultan por las leyes reparatorias existentes. Ley 24043, ley 25914, etc. http://www.jus.gob.ar/derechoshumanos/atencion-al-ciudadano/politicas-reparatorias.aspx
[9] Mas adelante volveremos sobre esto.
[10] Es posible ver algunos extractos de testiminios en la página web: www.eldiariodeljuicio.com.ar
[11] Iturriza Marta, op. cit. pág 153.
[12] Molas y Molas y otros, : “Algunas particularidades de la experiencia de acompañamiento a testigos y querellantes en el primer juicio de lesa humanidad en Córdoba”, mímeo. 2010
[13] Será Justicia, Diario de los Juicios en Córdoba, nº 44, año vi, diciembre de 2014.
[14] En el seminario Encore pueden encontrarse estas afirmaciones de Lacan que sitúan la cuestión de la diferencia entre el testimonio jurídico y un decir que por momentos, logra hacer pasar otra cosa, que no es una confesión sobre la verdad del goce, pero en cuya tensión una verdad « late »: “La verdad, digamos, para cortar por lo sano, es, de origen, αλήθεια {aletheia}, sobre la cual tanto ha especulado Heidegger. Emet es el término hebreo, que, como todo uso de este término de verdad, tiene origen jurídico. En nuestros días todavía, al testigo se le pide que diga “la verdad, nada más que la verdad”, y, lo que es más, “toda”… si puede… — ¿cómo, ay, podría? — “toda la verdad” sobre lo que sabe. Pero lo que es buscado, y justamente más que en cualquier otro en el testimonio jurídico, es ¿qué? Es poder juzgar lo que concierne al goce, y diré más: es que el goce se confiese, y justamente en cuanto que éste puede ser inconfesable, que la verdad buscada es justamente aquella, más que cualquier otra, respecto de la ley, que, a este goce, lo regula…
No esa verdad que se pretende ser toda, sino aquella justamente, aquella justamente con la cual nos las vemos de un medio-decir, aquella que se comprueba que se pone en guardia de llegar hasta la confesión, la confesión que sería lo peor, aquella que se pone en guardia desde la causa del deseo” .(Lacan, Jacques, Seminario Encore, clase del 20/03/73, versión crítica de Ricardo Rodríguez Ponte)
[15] AGREGAR CITA DE ALLOUCH, no lo veo citado antes
[16] Viltard Mayette, op. cit. pág.240