“No somos del mismo mundo…”

Jornadas ¿Qué comùn ?

05/11/2016
Marie Weber

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“No somos del mismo mundo…”

« No somos del mismo mundo, no puedes entender, no puedes saber ». El que habla se llama Franck, un detenido acogido en el servicio de las Colocaciones Exteriores donde trabajo.

“Intento que entren un poco en mi mundo, y me intereso en el suyo”, esta vez es una compañera de trabajo que habla de su trabajo como consejera de integración profesional con jóvenes.

Con el mío/el tuyo, el nosotros/ellos, todos creamos, por todas partes, una oposición. Dibujamos espacios no compartidos, donde paredes se erigen, modelados por lo diferente, lo no-mismo, lo extranjero… Donde tendríamos que cruzar un puente para llegar a la otra orilla.

Hablando de la persona que no entendemos, a menudo decimos que « está en su propio mundo », en otro planeta. En otro lugar, que es imposible alcanzar, llegar… pero tenemos ganas de alcanzarlo? Más allá de la cuestión de la necesidad de « entender » el otro (cf oury/el colectivo/p.139), de « saber » lo que vive para estar presente con él, estar a su lado y poder trabajar juntos, me gustaría proponer la hipótesis según la cual existe también « un mundo », un fondo común que se puede alcanzar por el desuello, « (…) invitando cada uno a admitir, en actos, que no hay, por un lado, los locos, y por otro lado, los que les curan”[1] como lo escribe Allouch.

Esta invitación, la comparte también una asociación como Humapsy « Detras de cada sufrimiento o de cada enfermedad, hay una historia, dramas pasados, fracasos, sentimientos de injusticia, interrogaciones o creencias que necesitan verse compartidas. No deberíamos olvidar que el otro, el loco, el enfermo, es un hombre o una mujer,  un ser de carne y hueso, un ser humano, como cada uno de nosotros aquí »[2]

Hoy en día, se trata cada vez más de introducir trabajadores pares en los espacios de tratamiento, de integración, etc… Como si los profesionales tuvieran que delegar y descargarse de un lugar, de una función que no pueden desempeñar porque nunca fueron pacientes, alojados, residentes…

Pensar  » (…) que entre pares, la relación puede establecerse fácilmente ; el otro no se siente juzgado y/o en un posición de inferioridad et/o discriminado »[3] no es lo mismo que decir que los profesionales ya abandonaron el terreno de la relación, que dejaron de intentar recorrer un trozo de camino con el otro, a prestar atención lo que el otro dice y no dice ?

Me parece que la formación de educador, la formación que supuestamente muestra hoy en día, y la fachada de un estatuto profesional le hacen a menudo olvidar que tiene realmente dentro. Uno tiene la impresión de que una práctica de trabajador social, para decirlo ampliamente, sería la de un consejero que tiene a disposición todo el directorio, todas las llaves, las recetas para lograr su integración en « nuestro » mundo donde hay que vivir, o incluso hay que querer vivir. El trabajo de integración consistiría entonces en redondear las esquinas para que la pieza se adapte a la muesca « insertar su token ».

Súper educador, súper consejero, súper ejemplo de lo que uno debe o no debe hacer, pensar o no pensar, decir o no decir. Una tesis muy extendida y utilizada en Pôle Emploi que define así una de las competencias de esta profesión: « Transmitir y explicar a las personas las reglas sociales y cívicas durante las actividades de la vida cotidiana » [4]

Consiste el trabajo de integración en trabajar para que la gente sea conforme a y para la integración, o en trasmitir y proponer la experiencia de lo que sería la integración para que el otro pueda elegir de integrarse o no?

Jean Allouch escribe que « Solo cuando no será sometido a la experiencia, un sujeto puede, a su vez, someter a alguien a la experiencia. »[5]

Podríamos imaginar que lo común no se acerca en una vivencia compartida, en la pertenencia la pertenencia al mismo circulo sino en la capacidad de todos a sentir, a hacer una experiencia por muy particular que sea, a ser sujeto de « – el ex-periri (…),la travesía de un peligro »[6]

Se trataría entonces de intentar reconocer lo que tendríamos en común con el otro, mas allá de las características sociales/culturales/de género que nos definen a nivel social, mas allá de los detalles de eventos que representan hitos y descripciones de nuestras propias vivencias. Se trataría de desollar la experiencia, lo sentido, para llegar a su corazón.

“Uno debe haber vivido, es decir que uno también debe haber sufrido, haber soportado las consecuencias de lo que hizo. “Esta relación estrecha entre hacer, sufrir y soportar forma lo que llamamos la experiencia.”[7]  »

Podríamos pensar entonces, que se trata de un reconocimiento de la humanidad del otro, en el sentido más bello y más terrible a la vez. Y tal vez tenemos que mantener la capacidad a reconocer lo bello y lo terrible que tenemos adentro.

No se trata de amar al prójimo como a si mismo (cf malestar en la cultura)- en este caso tendría que estar preocupado. Se trataría más de hacer esta experiencia de la proximidad, y de aceptar que a menudo, estamos más cerca del otro que lo que nos gustaría. Salir de la posición superior, navegar en aguas turbias, a la misma altura.

Imponemos un montón de preguntas al otro, pero nosotros, los profesionales, estamos dispuestos a enfrentar como cuidar de si mismo, como someterse o insometerse, como elegir…?

«  Ustedes ven que tenemos esta idea que la vida, la vida con todo su sistema de obstáculos y de desgracias, la vida en su conjunto es una educación.» « (…) es la vida en su conjunto que debe servir de educación al individuo »[8] nos dice Foucault

Si seguimos esta idea, no habría otro punto común, la idea de una ausencia de cumplimiento que nosotros, profesionales, llevaríamos también? Como seres siempre atravesados por pruebas, y que siempre siguen educándose?

Atreverse a deshacerse de su mirada descendiente hacia el otro, de relegación del otro en el campo de los « ellos » mientras que nosotros estaríamos en el campo de los « nosotros ». Un “nosotros” que implica “ de manera subyacente un punto de vista dominante, que representa lo universal, el progreso. »[9]

Dibujar esta postura sutil que consistiría en soportar y sostener la idea de coproducción[10], aceptar que « solo un compromiso claro de los cuidadores al lado del enfermo permite que éste pueda también comprometerse en el proceso de cura »[11] y todo eso, asumiendo el papel del que toma el otro por la mano (cf allouch p.28/29) para guiarlo…

Ir un paso más adelante con J.Oury, que decía que  » un enfermero o un psicoanalista, si no está curado por sus enfermos, es mejor que se vaya al carajo… la formación permanente – en el sentido noble del término- no es “comunicar” sino formarse todo el tiempo y precisamente, al verse curado por los que llamamos los enfermos… Si uno no es capaz de dejarse curar, es que esta amurallado en su «yo »… »[12]

 

Entonces, quizás para terminar, podamos formular la hipótesis que, si nos posicionamos de tal manera que el otro se dé cuenta de nuestra disponibilidad, de que estamos dispuestos a vivir nuevas experiencias con él, a verse transformados por el encuentro y a aceptar las consecuencias y sus efectos, entonces quizás un mundo común sea posible…

 

[1] Jean Allouch La psychanalyse est-elle un exercice spirituel, p.29[2] https://humapsy.wordpress.com/category/nos-textes-et-communiques/

[3] (cf http://www.solidarites-usagerspsy.fr/s-engager/les-pairs-aidants/

[4] http://candidat.pole-emploi.fr/marche-du-travail/fichemetierrome?codeRome=K1207

[5] ibid et op cité

[6] Baas

[7] Gérôme Truc . http://traces.revues.org/204

[8] Michel Foucault, l’Herméneutique du sujet

[9] Selim & Benveniste, Chimères, Politiques de la communauté, p.151

[10] Laval, du public au commun

[11] https://humapsy.wordpress.com/category/nos-textes-et-communiques/

[12] J.Oury, l’Aliénation, p.114

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