De la transferencia

13/03/2010
Sonia Weber

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De la transferencia

Este seminario se ha originado en un cuestionamiento de larga data, relativo a la  violencia: violencias individuales sufridas o actuadas, violencias institucionales.

“La violencia pone a trabajar a toda la cultura, dicho de otro modo, provoca a toda  cultura a su propia enunciación en el trabajo de elaboración” escribe Patrick Baudry.

Elaboración cultural 2010: un diagnóstico nuevo ha llegado: ¡los TDD!

TDD: Trastorno de Desregulación con Disforia llamado por los francófonos: Problemas de  desregulación de la cólera con disforia, que apunta a los niños excesivamente coléricos.  Más precisamente, podrían ser calificados de TDD, desde 2013, los niños de seis a diez años sujetos a desencadenamientos de cólera expresada física o verbalmente, o que  desemboquen en agresividad física respecto a personas o bienes, todo ello al menos tres  veces por semana, en situaciones que no parecen justificarlo.

La cólera, por consiguiente, se patologiza. ¡Disgustados expresivos abstenerse!

El discurso contemporáneo no cesa de insistir en su aspiración al “todo positivo”.  “Como si la eliminación del negativo fuese por fin accesible, no había más que hacer saltar  los últimos cerrojos para expulsarlo de la Historia para siempre”. Asistimos a un masivo  entierro contemporáneo del negativo y de todo juego oposicional. Sin embargo la  democracia, en su principio griego, reposa sobre la posibilidad de un enfrentamiento,  enfrentamiento de discursos, logos contra logos (las antilogías), ya sea en el Tribunal, en el  Consejo, en la Asamblea e incluso en el teatro: según una exigencia asociada al nombre de  Protágoras, si es verdad que un discurso puede poner en valor una idea, siempre serán  necesarios dos discursos opuestos para probar la verdad de ésta.

Para Francois Jullien “en la capacidad de gestionar el negativo, sin volverlo aséptico,  o más bien, en ese gestionar que es demasiado gerencial, para hacerlo “elevar”, para  volverlo productivo, en lugar de desactivarlo, veo renovarse la vocación del intelectual en  la era de la globalización”[1]. En ¡Alabado sea el conflicto![2]Miguel Benasayag habla de los efectos devastadores  del fantasma de paz definitiva cuyo corolario para llegar allí sería la guerra total, la  erradicación del adversario. “La inflación de guerras bárbaras sería precisamente un fruto  de la ideología pacifista”. Tal concepción de la guerra es absolutamente ajena a la  Antigüedad (también a China, como lo hemos visto en El arte de la guerra,[3] de SunTzu).  Para los griegos, el valor guerrero no es la marca sólo de los soldados, sino que está  desplegado en el conjunto del tejido social. Además, su principio se considera divino, es  Éride, la diosa de la discordia. La discordia es concebida como una realidad irreductible,  que implica ritos, los cuales plantean los límites de lo que es permitido o defendido. Esas  reglas provocan una autorregulación de la violencia, de la que uno de sus principios es que  ningún bando debe ganar definitivamente porque la desaparición del enemigo no puede ser  la regla. Para hacer eso, es necesario que el enemigo no sea percibido como no-humano.  (Lo que plantea a mi entender la cuestión de ciertos diagnósticos psiquiátricos o juicios  sociales formulados sobre ciertos jóvenes o no tan jóvenes que los condenan  definitivamente: ¡irrecuperables! Psicópata vitalicio desde los diez años. (Cf. páginas  policiales en Inglaterra).

Para que la guerra no sea total es necesario renunciar a la idea de una erradicación  que solucionaría definitivamente el problema, y reintegrar “en nuestros esquemas de  pensamiento lo que se creía poder eliminar” (Benasayag).

Reintegrar, repensar con nueva frescura la conflictividad, la discordia, la agresividad,  la violencia y ahora la furia, el descontento… Más rápidamente en cuanto que la  autorregulación funciona cada vez menos, tanto individual como institucionalmente. Y no  se trata de la inflación de reglas interdictoras que palien el tema: desviar la cuestión de lo  prohibido a la categoría de las prohibiciones no soluciona nada, al contrario; en ese  dominio también el exceso perjudica. (Cf. Dolto, los hogarizados de las MaisonsVertes).

Reintegrar la conflictividad, la rivalidad, la agresividad, la violencia, es también  repensar lo social contemporáneo, la articulación de lo individual y de lo social. Es pensar  la diferencia, o mejor, la alteridad. “A menudo se cree que el exceso de diferencias provoca  la oposición. Cuando es a la inversa, la ausencia de diferenciación (R. Girard) produce los  antagonismos más destructores… La negación de la violencia engendra la violencia de la  pacificación y de la homogeneización… La violencia viene allí a obstaculizar a la sociedad  y a la fantasía de dominio”. P. Baudry.

 

Rápidos comentarios a propósito de la agresividad

Releamos La familia de Jacques Lacan, en particular “El complejo de la intrusión”;  “La agresividad en psicoanálisis” en los Escritos

En un artículo titulado Lacan y la psicosis, Philippe Julien señala que “es  precisamente de la ausencia de un afecto, en especial la agresividad, que Lacan cuatro  veces se sintió intrigado y se dejó cuestionar por la locura: en 1932 con Aimée; en 1955  con Schreber; en 1963 con Lol V. Stein y en 1975 con Joyce”[4]

A pesar de la intrusión de su hermana y apropiación de la dirección práctica del  hogar luego del nacimiento de su primer hijo, Aimée se calla: nada de agresividad. Para  Lacan: “La personalidad de Aimée no le permite reaccionar de manera directa con una  actitud de combate, que sería la verdadera reacción paranoica”[5](ésa que es admitida a  menudo).

Lol no dice su dolor, Duras puntúa: nada de afecto, nada de celos, nada de reproche, de  lucha, de enfrentamiento para mantener su lugar de novia. Más aún: “A medida que  avanzaba la noche, parecía que las posibilidades de sufrir que Lol pudiera tener habían  incluso disminuido, que el sufrimiento no había encontrado en ella dónde deslizarse, que  había olvidado el viejo álgebra de las penas de amor”[6].

“La agresividad en psicoanálisis” tiene que ver con la cuestión de la imagen especular, del  estadio del espejo, de la identificación y por lo tanto, tomada en la cuestión de la relación al  Otro-al otro. La relación agresiva es constitutiva de esa formación que se llama el yo; y el  yo posee una “estructura paranoica”. La ausencia de agresividad rubricaría entonces un  déficit de la fase del estadio del espejo. Si es verdad que el yo tiene una estructura  paranoica, como lo mostrará Lacan en 1948 en “La agresividad en psicoanálisis”, en ese  caso es necesario concluir que la psicosis es un déficit del yo, insuficiencia de paranoia,  ausencia de amor propio.

Volveremos pues, como ya lo hemos dejado entender, a que la relación de los  inocentes al Otro –Otros y otros- es muy problemática y las manifestaciones de “violencia”  no tienen mucho que ver con la agresividad. Sería un progreso incluso si algunos pudiesen “devenir agresivos”; asimismo se podría desear para algunos el devenir capaces de sufrir…  Philippe Julien subraya “la ausencia de afecto cuando la relación imaginaria falta”; “el  afecto es el efecto de lo que es dicho en alguna parte”.

Repensar lo social contemporáneo y la articulación de lo individual y de lo social en  el contexto moderno líquido, es ir –como lo hace Zygmunt Bauman en su libro ¿Tiene la  ética una oportunidad en un mundo de consumidores?, y más particularmente en un  capítulo titulado: La vida acelerada, o los desafíos de la educación ante la modernidad  líquida [7]-, a reinterrogar El porvenir de una ilusión y El malestar en la cultura, textos en  los cuales Freud atribuye a la supresión coercitiva de las pulsiones, el estatuto genérico de  rasgos necesarios e inevitables de toda civilización: la civilización “en tanto tal”. Como si  el modelo freudiano de civilización fuese atemporal, ahistórico. Bauman desarrolla las  tesis de Norbert Elias que se propone devolver historicidad a las concepciones freudianas y  se interroga sobre su validez en la era de la sociedad, no ya de productores, sino de  consumidores. “El secreto de todo sistema durable (es decir, que logra su  autorreproducción) consiste en transferir sus “condiciones necesarias funcionales” a las  motivaciones y comportamientos de los actores. Expresado de otro modo, el secreto de toda  “socialización” lograda consiste en procurar que los individuos deseen hacer lo que deben  hacer para permitir que el sistema se reproduzca”. En la fase sólida de la modernidad, en la  sociedad de productores, era necesaria la devaluación del instante presente, de la  satisfacción inmediata y más generalmente, del goce. “Al mismo tiempo, era necesario  entronizar de igual modo el precepto de la satisfacción retardada -a saber, el sacrificio de  específicas recompensas presentes en nombre de imprecisos beneficios futuros, como el  sacrificio de recompensas individuales en beneficio del “todo”- precepto que debía asegurar  una mejor vida para todos en su debido momento. Operación extremadamente costosa y  opresiva porque va en contra de inclinaciones humanas “naturales”, prosigue Baumann.  Freud fue uno de los primeros pensadores en notarlo (…) pero fue incapaz de concebir una  alternativa a la supresión coercitiva de las pulsiones, de la que hizo un rasgo necesario de la  “civilización como tal” independientemente de toda historicidad y contextualización.

Abandonar estas referencias se interpreta como aceptar o entrar en un proceso  “descivilizador”.

Ahora bien, con la emergencia de la sociedad de consumo y el pasaje de la  globalización al mundo líquido se puede producir “el surgimiento de un método alternativo  de civilización (cuyo objetivo es la reproducción del sistema), otra forma de manipular las  probabilidades comportamentales necesarias para el apoyo del sistema de dominación  presentado como orden social. Una nueva variedad de “proceso civilizador” aparentemente  más práctica fue descubierta y ubicada. Esta nueva variedad de proceso civilizador no  provoca, por así decir, ningún disentimiento, ninguna resistencia, porque presenta la  obligación de elegir como una libertad. Haciendo esto, va más allá de la oposición entre  principio de placer y principio de realidad…”.

Bueno, me detengo sobre ese punto pero dejo abierta la cuestión de las nuevas  modalidades de socialización y de subjetivación. Lo que me parece interesante en las  posiciones -perturbadoras- “de ese viejo señor” que es Bauman, es que él invita a pensar  para hoy y para mañana, y no a retroceder en un lamento del “todo se va al carajo”. Pensar  la civilización de hoy de manera distinta a un proceso de “descivilización” necesariamente. Sino plantear la cuestión de lo político en el siglo XXI: qué tipo de vida social en la era de  la globalización”.

En un contexto inflacionario en cuanto al uso del término “violencia”, allí donde el  negativo no tiene espacio para desplegarse, donde no se aguanta más la conflictividad,  hemos elegido acusar recibo de cuestiones que para nosotros suscita la violencia destructora  de jóvenes, la cual hace romper en mil pedazos no sólo a sus autores sino también a su  entorno.

“Violencias” no para reducir, acallar sino al contrario, para acoger e intentar escuchar  como grito pendiente de ser escrito[8].

Nos desprendemos muy rápidamente de la cuestión de actos establecidos,  comportamientos, manifestaciones “sintomáticas” de una patologización cualquiera para ir  hacia una cuestión que nos parece más urgente y esencial: esos pibes fuera de los muros,  fuera de las normas, fuera de los marcos, fuera de la nosografía bien establecida, que hacen  volar todo en mil pedazos a su alrededor, que cultivan la ruptura y preservan su no  identidad, ¿cómo reunir a esos pibes? ¿Para fabricar qué?

 En el presente como en el pasado, la historia de estos sujetos está llena de ruidos, de  furor y de maldición (no hay lugar para…). Ellos no cuentan; casi “no se los calcula”. Con  ellos, para ellos, fabricar retazos de relaciones que dejan huellas; con ellos, para ellos –los  desolados- fabricar suelos[9].

El espacio de la escritura ha tomado gran parte de nuestros intercambios. Un punto  de desfallecimiento que deja lugar a una apertura: la ausencia de inscripción de lo que dicen  y de lo que es dicho, de lo que hacen, de lo que muestran, de lo que actúan como si el  sistema de signos no estuviese allí. Y Roland Léthier nos ha mostrado cómo la violencia  adviene allí donde no se hace la escritura del nombre. Eso no cesa de no escribirse, se está  en lo real todo el tiempo. Incluso manifestaciones insensatas de violencia no hacen mella:  ¿qué sucede? ¿Qué quiere decir eso? No lo sé, yo no lo sé, porque del yo, no hay  absolutamente nada. ¡Y la respuesta es justa!

Permitir una “escritura del desastre”, para retomar el título de un libro de Blanchot[10].  Sin negar que “pasó algo grave” -como una catástrofe de lo que funda lo humano- pero sin  pathos. Dar vueltas sobre la historia no permite su escritura; son necesarios “nuevos  trucos”, inventar nuevos mitos, nuevas maneras de estar presente, de “intervenir”, tanto  educadores como “psi”… Roland Léthier decía durante una sesión precedente: “la parálisis  del trauma no se repara; hay que pasar a otra cosa”. No negando o minimizando lo que  pasó, no buscando repararlo, allí donde los habitados por la ruptura cuidan la ruptura pero  quizás ocupan un lugar de “restauradores”, en una presencia en-cuerpo[11], otra vez y  siempre, es decir, a lo largo del tiempo a pesar de las tempestades y de lo que eso puede tener como efecto sobre sí, por frecuentarlos. Eso no deja indemne. Se sale transformado.

Y habíamos terminado nuestra primera balada evocando la cuestión de la  transferencia, la necesidad de fabricar transferencia, de inventar lugares de transferencia,  espacios discursivos para que las subjetividades puedan tomar cuerpo, para que eso se  ponga a decir y no sólo a mostrar; aunque sea por una vez para que eso se escriba.

INTERLUDIO: F. Deligny: ¿Qué “gran cuerda”[12] hoy?

 Una vez, al llegar cerca de las nueve, vi una pared derribada. Albert me esperaba,  sentado frente a mi mesa. Había golpeado. Yo no había respondido. La puerta estaba  cerrada. Entonces, él había derribado la pared con un golpe de hombro. Y me esperaba  sentado en una silla frente a mi escritorio. Pusimos los tablones en su lugar ya que el  propietario siempre merodeaba y buscaba un pretexto para echarnos. Albert tenía 17 años,  1,80 metro, pupilo de la Asistencia en la que le rompía la crisma a los directores  departamentales. Decía: “Estás jodiendo Deligny ¿me querés en esto? ¿Venís de tomar un  cafecito?”. Cuestión de ver si yo no era un poco director de algo, un poco o totalmente.

 Una toma de posición que acompaña a las diversas modalidades de hacerse cargo para estos jóvenes implacables: “Nada de sanción. La puerta estará siempre abierta, los  pibes estarán libres”. La doctrina de la gran cuerda (una de estructuras) no era fácil de  mostrar; decía: dejar jugar lo imprevisto, que no importe lo que pueda ocurrir. De ahí nació  una colectividad bastante original…

Cuaderno de viaje 45-46

 Creación de un centro de observación para jóvenes implacables, enfermos,  delincuentes, psicóticos que no parecían poder mejorar con la atribución de  la tutela a quien fuese…

 En ese bello mes de enero completamente nuevo, me rendí ante un gran chalet en una  zona muy burguesa que goza de esas narices paradas… una hectárea y media de parque con  sótano, una casita, una pequeña piscina… un portero al acecho, atento al ruibarbo…

 Los tres primeros que llegan vienen de la cárcel. Apenas miran “el castillo” (ya la  costumbre de no mirar nada)… La cárcel, método salvaje. Piedra angular de la sociedad  actual. Te meto en la cárcel, me metes en la cárcel “allí no hay más que las mierdas en  prisión”.

 Altos muros tapizados, colchones mal rellenados de fibra vegetal, el Centro sufre un  desequilibrio que va a tender a reabsorberse a costa de los tapices (pues no es cuestión de  poderes, mejorar las camas). La erosión humana va a operar. Además he decidido no  prohibir, castigar, acechar o transformar en un “concurso entre equipos” cualquiera, la  protección, por otra parte ilusoria, de esa “propiedad”…

 En las reuniones del Consejo de Administración estaba atrapado entre un Procurador  de la República y un inspector de la Asistencia Pública hablándome de enderezamiento  moral…

 Son setenta, ochenta, cien para correr desnudos en los canales, desarmar las  cerraduras, transformar la instalación eléctrica, correr por las escaleras, desarmar los pisos  para hacer escondites, romper quince platos de un golpe, jugar a las escondidas día y noche,  ir a revender las mantas en un barcito cómplice… e ir a ver a los amigos en los otros  centros para incitarlos a marcharse y a venir con ellos al centro “donde no se los jode”…

 Los monitores vienen a hablarme de un mínimo de disciplina necesaria… La barraca es pesada y tambaleante. Pero los chicos viven y cuales quieran que sean sus reacciones  pasajeras, la ausencia total de sanción desorienta su agresividad.

 En algunas semanas nació el individuo sociológico “Centro de observación de Lille”.  Los pibes, los monitores, yo, el castillo con las chimeneas agrietadas, el parque con  matorrales estropeados, el taller sin herramientas y las mesas sin cucharas ni tenedores, ni  bol ni plato, las duchas sin agua caliente… Ahí está lo que parece un pequeño trozo bien  vivo del universo humano a nuestra medida.

 Para nosotros, hacerse cargo de un pibe no es librar a la sociedad de él, reabsorberlo,  volverlo dócil. Es revelarlo desde el inicio (como se dice en fotografía) y peor por ahora para las carteras que arrastran, los anteojos frágiles y costosos…

 En las habitaciones de recepción, sobre las mesas espera todo lo que puede servir para provocar las primeras huellas. Papel de carta, papel de dibujo, lápices, acuarelas, cajas  con modelos a escala para construir, material de bricolaje muy variado. En las paredes hay  fotos, recuerdos de todas las aventuras vividas por los “pasajeros” del Centro. El recién  llegado se quedará allí algún día. Desde que manifiesta el deseo y si no hay demasiadas  contraindicaciones violentas, participa de la vida colectiva.

 Desde la mañana se propone una gama bastante variada de actividades; algunas son  remuneradas (a la producción), otras son gratuitas. Un educador particularmente hábil se

hace cargo de algunos que rechazan toda actividad, presas de un enojo cualquiera, un hastío  pasajero del esfuerzo o de la vida en grupo.

 A la tarde el Centro “se abre” a todos los amigos del exterior: familias, obreros,  estudiantes, aficionados a lo humano pintoresco son invitados a pasar algunas horas con  nuestros pasajeros. Juegos, charlas, cantos… nacen desordenadamente en esos encuentros.  La hora de acostarse depende de las ganas de cada uno…

 Todos los participantes hacen observaciones, de las cuales ninguna incluye, naturalmente, ni sentencia ni adjetivo calificativo. Se señalan los hechos: circunstancias,  reacciones (forma, violencia, duración…)

 Un poco poetas, pintores, tarareadores de linda música, comediantes, exhibidores de  sí mismos y de marionetas, chupadores de certezas y escupidores de preguntas, capa  viviente de la sociedad que aflora, pacientes como reparadores de sillas de esterilla -esos  son los compañeros que los chicos necesitan-. Exploradores ingenuos y pobres, no  agobiarán al poblado infantil con el peso de sus bagajes pseudocientíficos, pseudohistóricos, pseudomorales… 

Una joven educadora vive lo más cerca posible de los chicos, les habla y los escucha. Me  dice: “En la cárcel eran más afortunados. En su celda para nueve o diez se ayudaban, nunca  se robaban unos a otros. Acá, desparramados, cómodos, se roban, se denuncian”. Está  sinceramente frustrada. Su observación es justa. Ignora que los ahogados que van a revivir,  empiezan por vomitar.

 Yo trabajaba como un zahorí sobre un terreno aparentemente árido. Los tesoros, la  energía, las ansias descubiertas siempre me sorprenden hasta el estupor.

 Situaciones irregulares. Administración en desacuerdo. Se siente lo humano.

 Lo que queremos para esos chicos es que aprendan a vivir, no a morir. Ayudarlos, no  amarlos.

De la transferencia

“Ayudarlos, no amarlos” ¡A pesar de todo, parece haber estado muy tomado por esos  críos, Deligny! Y eso no parecía no transferenciar mal.

En los “Estudios sobre la histeria”, escritos por Freud y Breuer, Anna O., paciente de  J. Breuer inventa palabras para describir el proceso analítico. “[…] procedimiento para el  cual ella había inventado el nombre serio y acertado de “talking cure” (“cura de conversación”) y el humorístico de “chimney-sweeping” (“limpieza de chimenea”)[13]. Para  Gloria Leff “estos dos nombres se han tomado, en el mejor de los casos, como sinónimos;  pero, al enfatizar que el psicoanálisis es una cura mediante la palabra y dejar de lado su  carácter erótico, el de talking cure ha venido a desplazar al de chimneysweeping, que ha  quedado más bien en el olvido”[14].

Sin embargo, esa definición “chimney-sweeping” va a retener nuestra atención para  alimentar nuestra reflexión sobre la transferencia “con los inocentes”.

En su sesión de seminario del 16 de Noviembre de 1960, Lacan dice: “Empecemos  pues […] Al comienzo […] Al comienzo de la experiencia ganalítica, recordémoslo, fue el  amor”[15]. A propósito de la interrupción de la cura de Anna O. por J. Breuer, Lacan declara:  “es evidente que este accidente es una historia de amor, que no ha existido sólo del lado de  Anna O […] Breuer ha amado a su paciente”. Por su parte, Freud había escrito en diversas  correspondencias: “Breuer no sólo es amado por sus pacientes, sino que se asusta por el  amor que les da”. “Breuer se escapó aterrado por el riesgo de comenzar a amar a sus  pacientes”. En varias ocasiones, Freud intenta desmarcarse de Breuer, convencido de que él  podría quedarse petrificado ante toda manifestación de amor o de odio que le llegaría de no  importa cuál de sus pacientes. Además, tranquiliza a su futura esposa diciéndole: “hay que  ser un Breuer para que eso ocurra”.

¿Qué dice de esto Breuer mismo? Revela su imposibilidad de pasar por la  experiencia de una transferencia amorosa que no podría más que engendrar su pérdida. Al  hablar de Anna O., escribe a un colega: “Así es que he aprendido mucho del punto de vista  científico, pero también (…) que es imposible para un médico (…) tratar tales casos sin que  su práctica y su vida privada se encuentren totalmente devastadas. En ese momento he  jurado no someterme jamás a una ordalía semejante”.

Lacan comenta en la sesión citada: “El pequeño Eros, cuya malicia golpeó al primero  en lo más repentino de su sorpresa y le obligó a huir, encuentra a su amo en el segundo,  Freud”20. ¿Por qué Freud no se ha batido en retirada? “A diferencia de Breuer, cualquiera  fuese la causa, Freud toma por iniciativa la que hace de él el amo del temible pequeño dios.  Como Sócrates, elige servirle para servirse de él”[16]21.

Pero volvamos cerca de la chimenea.

Chistecito judío: anécdota talmúdica.

– A poco de haber defendido su tesis doctoral de lógica socrática, un doctor en filosofía  se presenta al rabino para ser convertido.

-Voy a probarlo para ver si tiene el espíritu adecuado para el estudio judío. Voy a  plantearle cuestiones de lógica, ya que es su especialidad. Dos hombres bajan por una  chimenea. Uno sale limpio, el otro sucio. ¿Quién va a lavarse?

El doctor en filosofía sonríe y responde: el que está sucio va a lavarse.

Falso: es el que está limpio: el que está sucio ve al que está limpio y piensa que  también está limpio, por lo tanto, es el que está limpio el que va a lavarse.

Siguiente test: dos hombres bajan por una chimenea. Uno sale limpio, el otro sucio.  ¿Quién va a lavarse?

Ya me lo había preguntado: el que está limpio.

Falso: los dos se lavan: es lógico, el que está limpio ve al que está sucio y piensa  pues que él está sucio también, y va por consiguiente a lavarse. El que está sucio ve lavarse  al que está limpio y va a lavarse también.

Tercer test: dos hombres bajan… y el estudiante responde: los dos.

Falso: ninguno se lava; es lógico. El que está limpio ve que el que está sucio no va a  lavarse, en consecuencia, tampoco va.

Última oportunidad: dos hombres… Respuesta del estudiante: nadie se lava…

Falso: porque es una pregunta estúpida: ¿cómo dos personas que pasan por una  misma chimenea pueden salir uno sucio, el otro limpio? El que no comprende eso  inmediatamente no tiene el espíritu adaptado a la enseñanza talmúdica”[17].

“Cuando dos hombres salen juntos de una chimenea ¿cuál irá a lavarse?” Esta vez es  Lacan quien plantea la pregunta al final de la sesión del 23 de Enero de 1963,  construyendo una analogía entre la chimenea y el contexto analítico.

En 1960 ya había tomado esta referencia: cuando dos hombres se encuentran a la  salida de una chimenea, los dos deben lavarse la cara. En 1966 la respuesta será: los dos  tienen la cara sucia.

Para Gloria Leff, Lacan hace de esa referencia a la chimenea una cuestión de método  y subraya por eso el carácter erótico de esa experiencia. Incluso viene a condensar la  talking cure y la chimney sweeping proponiendo un término que articula esas dos denominaciones; la chimney cure. La chimney cure es el espacio de la cura. Una cura en la  chimenea. El carácter erótico puesto allí en valor “nosurge de improviso, no es una  contingencia perturbadora ni un riesgo potencial, […] es la transferencia misma. Y sí, lo  importante es estar juntos en la misma chimenea. Y no, no se puede pasar por ahí y salir  limpio del intento. […] de la operación de “estar juntos en la misma chimenea”, analista y  analizante no pueden salir más que tiznados”[18].

Juntos en la chimenea, juntos en la niebla, en las zonas pantanosas y nauseabundas a las cuales nos arrastran “los inocentes”. ¿Con qué erótica tratamos entonces?

Ir hacia, buscarlos y crear espacios discursivos para que eso se ponga a decir, en vez  de sólo mostrar. “Transferir” sobre ellos.

Ser el erastés y ellos nuestro eromenos.

Transferir sobre

 En la argumentación de nuestra segunda balada, hemos hecho referencia a la  transferencia psicótica con los inocentes. Hablar de transferencia psicótica con los  inocentes no significa que consideremos los “inocentes” como psicóticos. La transferencia  psicótica es una modalidad de transferencia que puede ayudarnos a pensar la fábrica de  transferencia con “los inocentes”, ya estamos advertidos, que salimos de eso con la cara  sucia.

En su artículo Ustedes están al corriente, hay una transferencia psicótica, Allouch  escribe: Hay una transferencia psicótica, una modalidad de la transferencia específica de las  psicosis. ¿En qué consiste esta especificidad? ¿De qué se sostiene?”[19]. Me voy a detener  sobre todo en las respuestas dadas a la primera pregunta que nos concierne directamente  reenviándoles al texto para la segunda.

Jean Allouch marca la especificidad de la transferencia psicótica con una fórmula: “el  neurótico transfiere, el psicótico plantea transferencialmente. Esta fórmula conjuga, en un  cortocircuito, la puesta al día de la transferencia en Freud y un enunciado retomado de la  lectura lacaniana de Schreber.”26.

Muy pronto el concepto freudiano de transferencia excluye la existencia de  transferencia psicótica, donde al menos, el análisis de una especificidad de la cuestión de la  transferencia en la psicosis ha tomado desde el inicio el sesgo de una afirmación de  inexistencia. Para Allouch, “este abordaje de las psicosis a partir de las neurosis tuvo por  efecto la erección de un muro casi infranqueable en relación al cual psicoanálisis y psicosis  no se encontraban del mismo lado”. Con Lacan es posible otro punto de partida, ése que  ha inaugurado su recorrido estudiando las psicosis de inmediato. En este artículo, J.  Allouch insiste sobre la psicosis en tanto ella marca una perturbación de la relación con el Otro,  ligada a un mecanismo transferencial. “[…] la psicosis […] viene en respuesta a un decir  […] el de ser tomado por […] la psicosis no se da como una acción, sino que vale como  reacción. Este “ser tomado por” juega en cada uno de los fenómenos propiamente  psicóticos […] Primeramente es en el lugar del Otro que el sujeto psicótico es tomado  por”28.

Allouch subraya un modo de enunciación específica, que se ordena según tres lugares, cuya  discriminación es susceptible de orientarnos en la transferencia psicótica.

Cito al autor:

* “El lugar de aquel o aquella a los que se llama psicóticos es fundamentalmente el  de un testigo” (que él escribe t’esmoins[20]29, para hacer escuchar lo que implica de herida  narcisista a su postura). El paranoico “les habla de algo que le habla”.

* “El lugar del Otro es aquel desde donde se origina una asignación desubjetivante,  persecutoria por esto mismo. En este lugar la absolutización de la aserción es tal que queda  excluido que el sujeto pueda dirigir su llamado y hacer reconocer la validez de su  testimonio”.

* “El lugar del otro es aquel donde el sujeto hace valer su testimonio. […] no hay  otra alternativa que la de recusar el testimonio o codelirar con él”. “[…] el psiquiatra o el  psicoanalista no tienen más remedio que ratificar, en el diálogo con el alienado, su posición  de “testigo abierto”, de relator de lo que le viene del Otro. Puede hacerlo, convirtiéndose  en el secretario del alienado[21].

En Las psicosis Lacan dice: “En otros términos, nos conformamos con hacernos los  secretarios del alienado, como se dice para reprochar la impotencia de los alienistas… pero  por otra parte yo diría que, se trata de hacerlo hasta el punto en que nos encontrásemos  cerca de caer bajo otros reproches que serían más graves, no sólo los de ser sus secretarios,  sino de tomar lo que nos cuentan al pie de la letra, lo que a decir verdad, es justo lo que se  consideró hasta ahora como lo que hay que evitar”[22]. Estar en ese lugar de secretario de  manera tal que se tratase “de un hacer, y como tal de algo activo: no sólo se registra lo que  ese testigo cuenta de lo que le viene del Otro, sino que se toma su testimonio “al pie de la  letra”, lo que no deja de ser, propiamente dicho, un constituyente del testimonio”.

Pero para poder ser secretario, “tenemos que merecer a sus ojos, ese lugar de  pequeño otro; él está lejos, en efecto, de ofrecernos de entrada la confianza que nos acuerda  entonces. ¿De qué manera podemos merecerla? ¿Después de qué prueba?”

Esto implica por una parte que “alienado y alienista se encuentran lado a lado, no hay  un muro de la alienación que venga a separarlos, salvo el que construye el alienista que se  sustrae a su papel de secretario” Y por otra parte, “no puede decirse que el psicótico  transfiera, como se dice del neurótico. Diremos: él plantea transferencialmente, como lo hace  el psicoanalista con cada petición que se le dirige. […] posa como objeto posible de una  transferencia  (como posible apoyo, para alguien, del SsS). “Es aquí que aparece  manifiesta la especificidad de la transferencia psicótica, que es ante todo, Lacan lo  observaba, una transferencia al psicótico. Él no está sin saber e incluso sin tener razón en su  saber. Nada obtendremos de él si le rechazamos eso”.

Psicoanalista y psicótico están, por lo tanto, en una identidad de posición en cuanto a  la manera de estar situados en la transferencia: uno y otro posan transferencialmente, es  decir, para prestarse a soportar una transferencia, los dos son candidatos al puesto de SsS.  Pero puesto que el psicótico no da el brazo a torcer, no puede hacer más que posar  transferencialmente, al psicoanalista le vuelve la tarea de transferir. Transferencia al  psicótico por consiguiente: al psicoanalista de transferir y por un tiempo, de ocupar la  función del erastés antes que se pueda operar una báscula eventual.

Lacan puede plantear así las cosas sobre todo porque ha conocido a Marguerite -y después  de ella a otros pacientes psicóticos- “como sabedora, como la encarnación, para él, de lo  que más tarde considerará la figura ordenadora de la transferencia y que designará como el  sujeto supuesto saber”.

He mencionado un poco antes que Lacan se había hecho el secretario de Marguerite y  querría regresar un poco a esta idea, siempre a partir del libro de Allouch. Función de  secretario que nos puede interesar en la medida en que en las sesiones precedentes hemos  insistido sobre la cuestión de la escritura en tanto que la violencia y la vida de los  “inocentes” tienen que ver con eso que no cesa de no escribirse. Por otra parte, para  Allouch, se trata esencialmente “al hacerse el secretario efectivo de Marguerite [sabedora], [Lacan] logró conquistar su función de sinthome y recomponer así la estructura borromea del caso de Marguerite”. Ocupar una función sinthomal, entendiendo que lo que hace  sinthome varía para cada uno.

Para comprender la función de secretario y reparar la especificidad del lazo que instaura,  Allouch nos invita a ir con él a ver del lado de los místicos y de la literatura. El  psicoanálisis no dice gran cosa de esto. “La función de secretario no se limita solamente al  gesto de transcribir en el papel lo que habría sido la vida de la santa”. “El secretario es  también el director del alma, en el sentido estricto del término, en el sentido de aquel que  revela el deseo […]”. “Como Lacan con Marguerite, el secretario de la santa la invita a  escribir su experiencia. Si lo hace él mismo es al precio de su propia desaparición: son las histéricas las que hacen a Charcot, ellas le sirven, alimentan su fama, mientras que el  secretario de la santa, a pesar de su acción directriz o más bien porque no se rehúsa, de  manera evidente, a ejercer su dirección espiritual, se borra frente a su dirigida […] El  secretario es aquel que acepta que en su despertar el alma santa sabe” [pero]“[…] él sabe  que ella sabe de un saber que es experiencia y al cual permanece ligado no sólo al  transcribirlo y publicarlo, sino también en su calidad de director espiritual, al constituirlo  verdaderamente en su diálogo con la santa. Podría suceder entonces que él advenga como  santo a su vez” (Otra salida de la chimenea).

La escritura es una escritura “bajo dictado” y el borramiento del secretario es la  condición necesaria para ello. ¿Suficiente?

¿Cómo trasponer o “utilizar” lo que viene a ser dicho? ¿Qué hacer de la transferencia  allí donde nos hemos dicho no tratar con psicóticos?

Como un llamado, la transferencia psicótica puede servirnos para pensar,  desplazarnos, inventar maneras de fabricar transferencia.

Desde el inicio no ubicándonos del otro lado de la línea de demarcación; estando  sobre el mismo frente en el combate -como en la chimenea- aceptando los riesgos de ello. Y acreditándoles un saber de experiencia.

Sería interesante (pero lo guardo quizás para la próxima vez) retomar los tres lugares  distinguidos por Allouch para ver cómo eso juega para los jóvenes que nos preocupan, y si  eso nos puede ayudar a orientarnos en la cuestión de la transferencia con ellos.

Si no transfieren como los neuróticos ¿posan transferencialmente como los  psicóticos? ¿Están listos para soportar una transferencia? ¿Para ser nuestro eromenos? La

 

respuesta no es evidente a riesgo de ser negativa. Ellos a menudo apelan más bien al  rechazo, la ruptura de todos los lazos, de donde la necesidad de inventar una posibilidad de  transferencia que tiene en cuenta el hecho de que no demandan nada. “No pido nada yo”. Y  de que frecuentemente son despellejados vivos, hipersensibles y reactivos, al acecho del  menor peligro, a modo de supervivencia.

No posan transferencialmente, y no obstante, es necesario “obligar” -obligarlos- a la  transferencia. No hacerlo sería abandonarlos totalmente. E ir, aceptar el desafío, pero con  suavidad (lo que no excluye la firmeza a veces).

Sin duda, no sería inútil ir a ver del lado de las prácticas ancestrales de la  hospitalidad. Y desplegar nociones como la benevolencia (para no caer en los atajos de la  protocolización del buen trato), la takingcare (cuidar) que se distingue de la cura (tratar),  etc…

Pero sobre todo sería interesante ahora que podamos intercambiar sobre las  experiencias de unos y otros, cómo cada uno se engancha y sale de eso cuando está en el  frente.

 

[1] Jullien, Francois: La sombra en el cuadrado: del mal o de lo negativo. Arena. Madrid. 2009.

[2] Benasayag, M. y del Rey, A.: ¡Alabado sea el conflicto! El descubrimiento. 2007.

[3] SunTzu: El arte de la guerra. Trotta. Madrid. 2012.

[4]  Julien, Philippe: Lacan y la psicosis en Littoral 7/8. La torre abolida. Córdoba. 1989. p. 10.

[5] Lacan, Jacques: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Siglo XXI. México. 2003. p. 211.

[6] Duras, Marguerite: El arrebato de Lol V. Stein. Tusquets. Barcelona. 1997. p. 16.

[7] Bauman, Zygmunt: Mundo consumo. Paidós Buenos Aires. 2010. Capit.4

[8] La autora hace jugar la homofonía entre cri (grito) y écrit (escrito). Nota de Traducción.

[9] Juego homofónico entre déssolés (desolados) y sols (suelos). N. de T.

[10] Blanchot, Maurice: La escritura del desastre. Monte Ávila. Caracas. 1987.

[11] Puede escucharse el equívoco homofónico entre en-corps (en-cuerpo) y encore (aún, todavía, otra vez). N. de T.

[12] Deligny, Fernand: “Los vagabundos eficaces. La Grande Cordée: relatos sobre una marginación”. Ed. Laia, Barcelona. 1980.

[13]  Freud, Sigmund y Breuer Josef: Estudios sobre la histeria en Obras completas. Tomo II. Amorrortu. Bs. As. 2003. p. 55.

[14] Leff, Gloria: Juntos en la chimenea. Epeele. México. 2008. p. 29.

[15] Otra versión en Lacan, Jacques: Seminario La transferencia. Sesión del 16-11-60. Paidós. Bs. As. 2003. p. 12. 19 Otra versión en Lacan, Jacques: Seminario La transferencia. op. cit. p. 16.

[16] Otra versión en Lacan, Jacques: Seminario La transferencia. op. cit. p. 18.

[17] Ouaknin, M. A. y Rotnemer, D.: La bible de l´humourjuif. J’ailuEdition. Paris. 2002

[18] Leff, Gloria: Juntos…op. cit. p. 52.

[19] Allouch, Jean: Ustedes están al corriente, hay una transferencia psicótica en Littoral 7/8. La torre abolida. Córdoba.  1989. p. 39.

[20] En francés temoin – testigo- y t’es moins – tú eres menos- responden a idéntica pronunciación. (N. de  traducción)

[21] Allouch, Jean: Marguerite. Lacan la llamaba Aimée. Epeele. México. 1995. p. 615.

[22] Otra versión en Lacan, Jacques: Seminario Las psicosis. Sesión del 25-04-56. Paidós. Buenos Aires. 1995. p. 295/6.

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